III. PARTE NEW YORK 1.6

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Hago caso omiso a lo que dice Grace y tomo las llaves del auto con una determinación que ni yo misma entiendo del todo. Salgo de casa sin mirar atrás, dejando el eco de su voz en el aire, y marco a Oliver mientras conduzco. Mi mano tiembla un poco al sostener el teléfono.

—He salido de casa —le digo, sin dar más explicaciones.

No responde de inmediato, pero puedo escuchar su respiración al otro lado de la línea. Quizá sabe que no puede convencerme de dar media vuelta.

Llego al hotel que Judith me ha mencionado. Miro el edificio con una sensación de vacío en el pecho, como si las paredes de ese lugar guardaran algo que prefiero no descubrir. Aparco el coche y me quedo sentada un momento, las manos aún en el volante, los ojos fijos en la entrada.

Pienso en Carlos, en Oliver, en todo lo que está roto entre nosotros. ¿Qué me espera dentro de ese hotel? ¿Un cierre, una verdad? O tal vez más mentiras.

Bajo del auto y camino hacia la entrada, con un nudo en la garganta que parece apretarse más a cada paso que doy. La recepción está tranquila, casi vacía, y siento que el lugar parece demasiado frío para lo que me espera. Me acerco al mostrador y saludo a la recepcionista.

—Hola —mi voz suena algo tensa—. ¿Puede decirle al señor Carlos Sainz que estoy aquí?

La recepcionista me mira, sus dedos titubean sobre el teclado mientras revisa algo en la pantalla. Me siento expuesta, como si cada segundo fuera una eternidad.

—¿La está esperando? —pregunta con un leve ceño fruncido.

La pregunta me desarma por completo. No sé si realmente me espera o si fue otro capricho de Judith para provocar este encuentro. Mi corazón se acelera, pero trato de mantener la calma.

—No lo sé —respondo, manteniendo la voz lo más firme posible—, pero puede decirle que Lucía está aquí.

Ella asiente y marca algo en el teléfono, mientras yo me quedo allí, intentando controlar el temblor en mis manos. Lo que sea que venga, no estoy segura de si estoy preparada para enfrentarlo.

Unos minutos después Carlos sale del elevador mira hacia todos lados como si quisiera confirmar si hay alguien más conmigo

Unos minutos después, las puertas del elevador se abren y Carlos aparece. Su figura se recorta contra la luz, y lo veo escanear el lugar rápidamente, sus ojos moviéndose de un lado a otro, como si buscara algo… o a alguien. Por un segundo, pienso que teme que haya venido acompañada, o tal vez que Oliver esté cerca.

Pero estoy sola, y lo sabe en cuanto me encuentra con la mirada. Su expresión cambia, una mezcla de sorpresa, tensión y algo más que no puedo descifrar del todo.

Me quedo quieta, esperando a que diga algo, pero él parece atrapado en sus propios pensamientos. ¿Qué piensa al verme aquí? ¿Qué se supone que tenemos que decirnos después de todo lo que ha pasado?

Doy un paso hacia él, con el corazón acelerado, sintiendo cómo el aire entre nosotros pesa más de lo normal.

—Estoy aquí, Carlos.
—¿Estás bien? —pregunta Carlos, con la voz baja, pero claramente preocupado.

—Sí —respondo, aunque carraspeo antes de decirlo, como si las palabras se quedaran atrapadas en mi garganta.

No es verdad, y ambos lo sabemos. Pero no tengo fuerzas para admitirlo.

—¿Quieres ir a la terraza? —ofrece, señalando hacia un lugar más alejado, como si supiera que estar en un espacio más abierto podría hacer todo esto menos sofocante.

Asiento sin decir nada, incapaz de encontrar las palabras adecuadas. Siento el peso de la situación sobre mis hombros mientras caminamos hacia la terraza. La noche empieza a caer, tiñendo el cielo de un gris oscuro, y me invade la sensación de que no sé qué estoy haciendo aquí, de que este encuentro solo va a remover heridas que ni siquiera he empezado a sanar.

Quiero que me mires- Carlos SainzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora