IV. PARTE MÉXICO 1.1

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Lucía

Me siento en la cama al llegar al hotel en México, un lugar que debería estar lleno de emoción y promesas, pero que ahora solo amplifica el vacío que siento en el pecho. Es miércoles y, aunque la agenda de Oliver comienza a llamar, me encuentro atrapada en mis pensamientos. Reyes ha venido temprano por los niños, y aunque me duele dejar a Carlos y Alexandra, agradezco el respiro que me brinda. No quiero que me vean así, débil y quebrada. Aún no asimilo lo que ha sucedido: he perdido a mis bebés... y a los de Oliver.

Mientras intento recomponerme, la puerta se abre y Oliver entra en la habitación con el desayuno. La luz que entra por la ventana apenas ilumina mi tristeza. Al verme llorar, su rostro se llena de preocupación, y se acerca a mí con una calidez que necesito en este momento.

-Amor... -me llama, su voz suave como un abrazo-. Tranquila.

Pero no puedo más. Me desplomo en sus fuertes brazos, buscando consuelo en su cercanía. La realidad me abruma: pensé que lo que estábamos construyendo sería sólido, que marcaría el inicio de algo hermoso.

-Lo intentaremos después -susurra, intentando ofrecerme esperanza en medio del dolor.

-No querías ser padre igual... -murmuro, sintiendo el nudo en mi garganta volverse más intenso.

-No digas eso -me consuela-. Pediré un reemplazo, ¿sí? Necesito que descanses.

-No -me levanto, la frustración burbujeando en mi interior-. Si me quedo aquí, me voy a morir.

-Está bien -dice, cediendo-. Pero tendremos ayuda hoy, ¿vale?

Asiento, aunque mi corazón sigue atrapado en un torbellino de emociones. La agenda de Oliver comienza en la tarde, y ya la ha repasado de memoria. La idea de que él tenga que continuar con su vida mientras yo sigo aquí, atrapada en este dolor, me duele más de lo que puedo expresar.

Estoy en el Paddock Club, tomando un poco de té y viendo la pantalla de mi portátil. A un extremo, está Camille con Carlos. Al otro lado, veo entrar a Toto Wolff, imponente como siempre, elegante y bastante guapo. Saluda a Carlos, pero de repente, su mirada se centra en mí. ¿En mí? Camina hacia donde estoy, y siento la urgencia de levantarme. Recordaba que Toto siempre había sido un cazador de talentos.

-Tranquila -sonríe-. ¿Te apetece otro té?

Trago grueso, y él sonríe de nuevo, haciéndole una señal a una camarera.

-¿Un pie de manzana? ¿Te gusta? -pregunta.

-Sí -digo apenas, sorprendida por su amabilidad.

Se acomoda a mi lado, y al otro extremo veo que Carlos no nos quita la vista. Toto observa mi portátil por un momento antes de volver a mirarme.

-Eres buena -dice con admiración-. Lo haces bien.

-Hago lo que puedo -sonrío, algo incómoda-. ¿En qué lo puedo ayudar?

Toto junta sus manos sobre la barra y me mira de lado, levantando las cejas con complicidad.

-¿Estarás el próximo año? -pregunta.

-¿En Ferrari? -respondo, confusa.

-Pues eso creo -sonríe.

-Tengo una propuesta para ti -continúa-. ¿Hablamos en la oficina?

-No puedo -respondo rápidamente, sin estar segura de cómo manejar la situación.

-Bien -dice, inclinándose un poco más hacia mí. Huele increíblemente bien.

-Nuestra jefa de comunicaciones saldrá esta temporada. Necesitamos un talento como el tuyo.

Me quedo congelada por un momento. Toto levanta las cejas, esperando mi reacción, y sonríe de nuevo.

Quiero que me mires- Carlos SainzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora