III. PARTE NEW YORK 1.2

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-Tienes que admitir que son guapos por mí -digo con una sonrisa, mientras levantamos nuestras copas en un brindis. La luz de la terraza ilumina nuestras caras, y la atmósfera se siente cada vez más relajada.

- Carlos es más parecido a mí -responde Carlos, riendo mientras juega con su copa, dejando caer unas gotas de vino.

-Claro, claro -bromeo, y ambos nos reímos, disfrutando de la complicidad del momento.

Después de un rato de risas y anécdotas, Carlos deja la copa a un lado y se acerca a mí, su expresión volviéndose más seria.

-¿No quieres saber si sientes algo? -me pregunta, su mirada fija en mis ojos.

El aire se vuelve más denso, y una corriente de tensión fluye entre nosotros. Por un momento, me quedo sin palabras, la pregunta resonando en mi mente. Parte de mí quiere responder, abrirme a la posibilidad de lo que podría ser, pero otra parte teme lo que eso implicaría.

-Carlos... -comienzo, pero él me interrumpe.

Estoy un poco mareada, pero consciente de las cosas que nos rodean. La noche es cálida y la brisa suave, y en un impulso, me inclino hacia él. Toco su mejilla con suavidad; apenas mi piel contacta con la suya, siento que mi corazón se acelera. La conexión es intensa, como si cada nervio de mi cuerpo estuviera al tanto de la electricidad que fluye entre nosotros.

Carlos se queda inmóvil, su respiración se vuelve más profunda y rápida. Sus ojos, llenos de sorpresa y anhelo, me miran con una mezcla de deseo y vulnerabilidad. Puedo ver en su mirada todo lo que ha pasado, toda la historia que llevamos a cuestas, y por un instante, el pasado parece desvanecerse.

-Lucía... -susurra, su voz temblando un poco mientras acerca su mano a la mía, tocando delicadamente mi piel.

-Lo siento -digo de repente, retirando la mano como si me hubiera quemado. El miedo a lo que eso podría significar me abruma. -No sé qué estoy haciendo.

-No te disculpes -responde él, su tono firme pero suave-. Solo... no huyas de esto. Estoy aquí, y quiero que estemos juntos, pero también quiero que sepas que te respeto.

El aire se siente cargado de tensión, y aunque mi mente intenta contenerse, mi corazón tiene otras ideas. Siento la confusión girando dentro de mí, entre lo que quiero y lo que debería querer.

-Es solo que no puedo evitar recordar lo que pasó entre nosotros -admito, sintiendo una punzada en el pecho. -Y tengo miedo de que volvamos a caer en lo mismo.

-Pero esta vez es diferente -dice Carlos, acercándose un poco más, su mirada profunda y sincera. -He cambiado, Lu. Quiero ser la persona que mereces, no la que te lastimó.

Mis manos se acercan nuevamente a su cara, y en un instante de valentía, lo atraigo hacia mí. Ese beso es poderoso; es como un remolino que me sacude por dentro, llenando cada rincón de mi ser con una mezcla de deseo y nostalgia. Carlos me toma la cara con sus manos, sus dedos se entrelazan en mi cabello mientras sus labios se encuentran con los míos en un baile apasionado.

Pronto, la intensidad de nuestro encuentro nos lleva al suelo. Carlos me rueda suavemente, su cuerpo se coloca encima del mío, y la calidez de su piel contra la mía me hace olvidar todo lo que nos separa. No deja de besarme, y me dejo llevar, entregándome a la fuerza de su abrazo y a la química que siempre ha existido entre nosotros.

El mundo exterior desaparece; no hay más preocupaciones, solo la conexión ardiente que compartimos. La risa y las canciones del karaoke se desvanecen en el fondo mientras la realidad se convierte en un susurro. Sus labios se deslizan por mi cuello, y siento un escalofrío recorrer mi cuerpo.

Quiero que me mires- Carlos SainzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora