III. PARTE NEW YORK 1.5

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Ha pasado una semana más. Carlos ha venido a visitarnos varias veces. A veces me encuentra sola, y por los niños, no tengo más remedio que quedarme con él. Dentro de dos días se va de viaje, y mientras tanto, Grace y yo disfrutamos de un cóctel en la terraza.

—Si te vas, yo también me voy —dice—. No soportaría esta soledad.

Grace y yo somos inseparables, como lo éramos Atenea y yo. Me pongo nostálgica al recordarla.

—Le puse condiciones a Ollie. Te llevamos a ti, a Sandra, y también a mi padre.

—Nena —me mira—, amas a Oliver, díselo.

Sacudo la cabeza divertida.

—Carlos es guapísimo, pero míralo, feliz con su modelo —dice—. Vamos, es hora de decirle al mundo que Oliver te ama.

—No sé si estoy lista.

—¿Tienes dudas? —chilla—. ¡No me digas que es por Carlos!

Hago un puchero. Sin duda, es por él. Estos días no he dejado de mirarlo. Aunque pasen los años, sigue siendo atractivo y encantador. Pero ya no es el Carlos que conocí.

—No lo sé, quizás estoy confundida.

—Amiga, debes decidir lo mejor para ti —dice mientras bebe su cóctel—. Volver con él... no lo sé.

—Sí, lo sé, Ollie tiene razón, si quiero que esto funcione, tengo que poner de mi parte.

—Los niños entrarán a la escuela —la miro—. No sé si podrían recibir educación a distancia.

—Habla con su atractivo padre.

Grace sonríe divertida, y yo también lo hago. Es una buena amiga.

—Oye —pregunta—, ¿Judith sigue casada con Charles?

—Sí, ella siempre supo que él era Charles.

—Joder —dice—, arruinó toda tu relación y salió ganando.

Hago un puchero triste. Volver a trabajar con Judith después de tantos años me da una mala sensación. Ella no arruinó nada, fue Carlos quien lo hizo.

—Y su novia brasileña —dice—. ¡Joder!

—Es preciosa.

—Pero tú eres la mamá de sus hijos.

Sacudo la cabeza divertida. Unos minutos después, Grace se va, no sin antes despedirse de los niños.

       
                  *************

Ollie, el pequeño Carlos, Alexandra y yo vemos El Rey León en la TV mientras comemos palomitas. Los niños disfrutan de la compañía de Oliver, hasta que Alex se queda completamente dormida en sus brazos. Carlos, junto a mí, también duerme profundamente.

—¿Lo has decidido? —pregunta Ollie.

Su rostro se ilumina con la poca luz que entra desde el vestíbulo.

—Sí.

—¿Y?

—He decidido que sí, aceptaré.

Sonríe de oreja a oreja y deja caer su cabeza en el sofá, cerrando los ojos.

—Es lo que siempre quise, Lucía, tenerte más cerca, a ti y a los niños.

—Debo hablar con Carlos.

—Sí —dice—. Si los niños van al paddock, será un escándalo de inmediato.

—Carlos es muy parecido a su padre.

La puerta se abre interrumpiendo nuestra conversación, y es Sandra. Al vernos, se sonroja.

Quiero que me mires- Carlos SainzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora