IV. PARTE MÉXICO 1.5

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Carlos

Me pasé todo el día de prensa dándole vueltas al rumor que corría en el paddock. No podía concentrarme, todo lo que decían se clavaba en mi mente como una espina. Camille no dejaba de repetirme lo que tenía que decir, lo que debía evitar, cómo manejar las preguntas. Su voz me taladraba los oídos. No estaba de humor para esto. La idea de que todos supieran más que yo, de que esas palabras pudieran ser verdad... Me estaba consumiendo.

Intenté llamarla, intenté mandarle mensajes, pero Lucía no respondía. Ni una sola palabra. Ese silencio me estaba volviendo loco. ¿Por qué no me contestaba? ¿Sabía algo que yo no? Estaba desesperado, el corazón en un puño, y no había forma de hacer que el ruido en mi cabeza se apagara.

"¿Carlos? Carlos, ¿me escuchas?", me llamó Camille, otra vez, mientras me señalaba el reloj. Faltaban minutos para la reunión, pero mi mente estaba a kilómetros de distancia. Resoplé y asentí, más por salir del paso que porque realmente le prestara atención.

Entré a la sala de reuniones como si todo estuviera bien, con una sonrisa que me dolía mantener, como si no llevara el alma rota por dentro. Lo único que quería era una señal de Lucía, algo que me dijera que aún estaba ahí, que no me había dejado completamente. Pero en lugar de eso, tenía que aguantar un meeting con Russell, hablando de estrategias, de tiempos, de todo lo que, en ese momento, me parecía irrelevante.
Camino hacia los estacionamientos, tratando de mantener la cabeza baja mientras el ruido del paddock parece desvanecerse. Sé lo que dicen, lo que todos murmuran, y no puedo evitar darle vueltas al rumor: Lucía había dejado su puesto.

De repente, lo veo. Oliver camina hacia mí con paso firme, y cuando se detiene frente a mí, noto que lleva puestas unas gafas oscuras que cubren su expresión, pero su tono de voz lo dice todo.

—Carlos —su voz es fría, calculada—. ¿Vas de salida?

Me detengo y me giro para verlo. Siento una punzada en el estómago, como si supiera que no viene solo a intercambiar cortesías. La tensión se siente en el aire, y sé que algo va mal.

—Debes saberlo ya, ¿no? —continúa, su voz apenas más baja, pero suficiente para que solo yo lo escuche—. Lucía me ha devuelto el anillo.

Mis ojos se clavan en él, sin poder creer lo que acabo de escuchar. No, no sabía eso. Lucía le había devuelto el anillo, algo había pasado, algo grande. Pero estábamos en público, rodeados de gente. No podía perder el control, no podía reaccionar como quería, no contra Oliver y menos aquí.

Sin decir una palabra, abro la puerta del coche. No le doy la satisfacción de una respuesta, ni de una mirada más. Subo y arranco, alejándome rápidamente. El camino de vuelta al hotel es un vacío total, mi cabeza girando, buscando respuestas que no encuentro.

Camino hacia los estacionamientos, tratando de mantener la cabeza baja mientras el ruido del paddock parece desvanecerse. Sé lo que dicen, lo que todos murmuran, y no puedo evitar darle vueltas al rumor: Lucía había dejado su puesto.

De repente, lo veo. Oliver camina hacia mí con paso firme, y cuando se detiene frente a mí, noto que lleva puestas unas gafas oscuras que cubren su expresión, pero su tono de voz lo dice todo.

—Carlos —su voz es fría, calculada—. ¿Vas de salida?

Me detengo y me giro para verlo. Siento una punzada en el estómago, como si supiera que no viene solo a intercambiar cortesías. La tensión se siente en el aire, y sé que algo va mal.

—Debes saberlo ya, ¿no? —continúa, su voz apenas más baja, pero suficiente para que solo yo lo escuche—. Lucía me ha devuelto el anillo.

Mis ojos se clavan en él, sin poder creer lo que acabo de escuchar. No, no sabía eso. Lucía le había devuelto el anillo, algo había pasado, algo grande. Pero estábamos en público, rodeados de gente. No podía perder el control, no podía reaccionar como quería, no contra Oliver y menos aquí.

Quiero que me mires- Carlos SainzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora