IV. PARTE MÉXICO 1.7

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Carlos

E

l día de clasificación termina, y aunque saldré desde la segunda posición mañana, mi mente está en otro lugar. Después de terminar la agenda, salgo del hotel rápidamente. Necesito ver a mis padres... y a Lucía.

Al llegar a casa de mis padres, apenas cruzo el umbral y la veo. Está en el jardín, sentada en el suelo sobre una alfombra, jugando con Alexandra y su casa de Barbie. Aún no me han notado. Lucía está sonriendo, pero esa sonrisa… no es la misma. Es una de esas sonrisas que usa para no quebrarse del todo. Lo sé porque la conozco, porque a pesar de todo, su dolor es algo que he aprendido a leer. Y lo peor de todo es que sé que parte de ese dolor es por Oliver. Ella lo quería, quizás lo sigue queriendo, y eso me duele más de lo que puedo admitir.

Alexandra me ve primero. Su sonrisa ilumina todo su rostro, y alza la mano para saludarme. Lucía se gira al notar el movimiento, y me sonríe también, aunque es una sonrisa más cautelosa, más contenida. Mi madre sale de la cocina con mi hijo en brazos, y me acerco a él, levantándolo con cuidado.

—¿Qué has hecho hoy, campeón? —le pregunto, intentando distraerme del torbellino de emociones que siento.

—Jugar con la abuela. Le hicimos un pastel a mamá para que no esté triste —responde con esa inocencia que solo un niño de cuatro años puede tener.

—¿Mami está triste? —Mi corazón se detiene un segundo al escuchar sus palabras.

Asiente, con una pequeña carita de tristeza. Respiro hondo, conteniendo lo que siento al escuchar eso.

—Vale, iré a verla —le digo, y me dirijo al jardín con pasos firmes, aunque por dentro me siento inseguro.

Alexandra corre hacia mí y me abraza. Me agacho para estar a su altura, acariciando su cabello.

—¿Qué pasa, princesa? —le pregunto, intentando despejar el nudo en mi garganta.

—Se ha dañado el zapato de mi muñeca —me dice con un puchero, metiéndose los dedos en la boca.

Sonrío, intentando mantener la ligereza de la situación.

—Pues te compraré miles más, ¿sí?

Asiente y, con esa pequeña sonrisa, corre hacia mi madre. Entonces, respiro hondo y me siento frente a Lucía. Ella sigue mirando a Alexandra, como si su mirada estuviera anclada en ella para no encontrarse con la mía. La tensión es palpable, casi dolorosa.

—¿Todo bien? —le pregunto suavemente.

—Sí —murmura, pero baja la mirada, inquieta. Luego añade—: He hablado con Toto.

Eso capta mi atención.

—¿Ah, sí? —pregunto, tratando de disimular la curiosidad y algo más que me punza en el pecho.

—Empezaré el próximo premio —responde, esbozando una pequeña sonrisa que ilumina su rostro solo por un segundo.

—¿De verdad? —No puedo ocultar mi sorpresa, y una chispa de alegría se enciende dentro de mí.

—Sí, Brenda seguirá, pero ya no como jefa de comunicaciones.

Mi corazón da un salto al escuchar eso. Pero luego veo cómo sus dedos tiemblan ligeramente, y su sonrisa se desvanece. Su mirada se pierde un segundo antes de alzarla hacia mí.

—Oliver nunca me lo va a perdonar.

Sus palabras me golpean. Sé cuánto le afecta todo esto, pero no puedo evitar sentir que él no tiene derecho a hacerla sentir así.

Quiero que me mires- Carlos SainzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora