IV. PARTE TEXAS 1.2

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Me siento en la oficina, mientras el eco de nuestra acalorada conversación sigue retumbando en mi mente. Mi corazón late con fuerza, y me pregunto por qué. ¿No se había cerrado ya este capítulo de mi vida? Sin embargo, la sensación de su presencia sigue envolviéndome, como un sudario pesado del que no puedo deshacerme.

Observo por la ventana; la vista del circuito parece distante, como si todo lo que me rodea se hubiera vuelto borroso. El caos de las carreras y el bullicio del Paddock Club se sienten lejanos. En mi pecho, una mezcla de angustia y nostalgia brota. El eco de su voz, cargada de dolor y resentimiento, aún resuena en mí.

Carlos había sido una parte importante de mi vida, y aunque traté de olvidar, cada palabra suya me recordó los momentos compartidos. La forma en que me miraba, esa intensidad que una vez me hizo sentir viva, ahora se siente como una herida abierta.

A pesar de todo lo que ha pasado, sigo sintiendo una conexión que no puedo ignorar del todo. Es frustrante. Mi mente lucha entre el deseo de mantener distancia y el anhelo de resolver lo que quedó sin decir.

—¿Por qué sigues pensando en él? —me reprocho en voz baja, sintiendo que me traiciono a mí misma. Estoy aquí, en un nuevo capítulo con Oliver, y debería ser suficiente.

Pero mi corazón es caprichoso. La ira de Carlos, su desesperación y súplica todavía resuenan en mí. La realidad de nuestra situación es clara: él no puede dejar ir el pasado, y yo... sigo lidiando con sus ecos.

Miro el reloj. ¿Cuánto tiempo ha pasado? Necesito despejar mi mente, encontrar un respiro en este torbellino de emociones. La idea de enfrentar a Carlos nuevamente me asusta. No quiero volver a sentirme atrapada en un ciclo de dolor y desilusión.

Inhalo profundamente, intentando recuperar la calma. Oliver ha sido un pilar en mi vida, un refugio en medio de la tormenta. Pero la tormenta de mi pasado no se disipa tan fácilmente, y aunque intento dejarla atrás, sigue como una sombra persistente.

—No puedo seguir así —murmuro, recordando el amor que he construido con Oliver. Es un amor real, sin la confusión de antes. Mi corazón tiene que decidirse por lo que realmente quiere.

Me levanto con un suspiro resignado, decidida a enfrentar el día. No puedo dejar que mis sentimientos por Carlos arruinen lo que he construido con Oliver. Debo ser fuerte y recordar por qué elegí este camino.

Sacudo la cabeza, intentando despejarme de los pensamientos que me invaden. Miro el fondo de pantalla de mi teléfono; mis niños están en el hotel con mi padre y Grace. Siento que debo estar con Oliver, apoyándolo en este momento tan importante.

De repente, escucho el llamado de Judith. Me coloca la gorra con una sonrisa, un gesto que me aligera un poco, recordándome que el mundo sigue girando a pesar de mis tormentas internas. Salgo de mi espacio, decidida a no dejar que la presencia de Carlos arruine mi día. No quiero saber de él, no ahora.

La clasificación comienza, y el Paddock Club se llena de energía. La adrenalina del evento me envuelve, y por un momento, olvido mis preocupaciones. Las voces emocionadas y los murmullos de los equipos resuenan a mi alrededor, creando una sinfonía que me anima a concentrarme en lo que realmente importa: Oliver y su desempeño en la pista.

Sigo la acción desde un lugar privilegiado, sintiendo la emoción en el aire mientras los coches rugen y los motores resuenan. La vista es impresionante; el asfalto se despliega ante mí como una promesa de velocidad y destreza. Quiero que Oliver brille, que muestre al mundo lo talentoso que es.

Una sombra se cierne a mi lado. Una chica rubia de ojos avellana me sonríe sin mostrar los dientes. Lleva el uniforme de Mercedes, y al instante la reconozco: Camille Lincoln, la nueva relaciones públicas de Carlos. Se había rumoreado su llegada, y aquí está, nada más y nada menos que para él.

—Hola, debes ser Lucía Garrido —dice con un tono que mezcla curiosidad y amabilidad.

—Sí —sonrío—. Mucho gusto.

—Camille Lincoln —responde—. Soy mitad francesa y mitad americana.

Me mira como si quisiera saber cada detalle de mi vida, y no puedo evitar sentir que, como toda relaciones públicas, está ansiosa por conocer todo lo que ha pasado con Carlos. La tensión en mi pecho se intensifica, pero me esfuerzo por mantener la calma.

—Es mi primer día —añade con entusiasmo.

—Genial —respondo, tratando de desviar mi atención hacia la pantalla, donde los coches siguen girando. La emoción de la clasificación debería ser suficiente para alejarme de mis pensamientos oscuros—. ¿Y qué tal?

Camille se queda mirando mi anillo, y su sonrisa se ensancha.

—¿Eres casada?

—Me comprometí hace poco —digo con una sonrisa, deseando que la alegría en mis palabras sea convincente.

Ella sonríe aliviada, como si la noticia le diera un respiro. Es evidente que está encantada con Carlos, y no puedo evitar una punzada de celos. Quiero desearle suerte, pero en lugar de eso, solo siento un nudo en el estómago.

—Debo irme —dice de repente, su expresión cambiando a preocupación y determinación—. Por favor, no le digas a Carlos que me acerqué.

Su solicitud me deja perpleja. ¿Acaso está consciente de la historia que hay entre nosotros? Me parece extraño que no quiera que Carlos se entere, pero no soy quien para cuestionar sus motivos.

—No te preocupes —respondo, aunque siento que esta conversación es solo el comienzo de un enredo que aún no comprendo.

Camille se aleja, y mientras la observo marcharse, la ansiedad regresa. Este ambiente, que debería estar lleno de alegría, empieza a parecerme opresivo. Siento que cada mirada y cada conversación están cargadas de significado, y mi mente se llena de preguntas.

La clasificación termina, y mi corazón late con fuerza. Me dirijo rápidamente hacia Oliver y lo envuelvo en mis brazos. Ha hecho la pole, y no puedo evitar sonreír de felicidad por él. Mi alegría se intensifica al verlo brillar, mientras en el fondo de mi mente siento la sombra de Carlos, quien ha llegado en segundo lugar.

—¡Lo lograste! —le digo, mirándolo con admiración.

—Gracias, amor —responde con esa sonrisa que siempre me derrite.

Nos abrazamos, y aunque la emoción del momento es abrumadora, no puedo evitar un destello de incomodidad. Carlos está allí, y la complicidad que una vez tuvimos parece un eco lejano.

Más tarde, reviso los pendientes en la oficina. He sido invitada a un meeting de comunicación antes de la carrera, con todas las PR de los pilotos presentes.

—Genial —murmuro—. Eso implica lidiar con Camille Lincoln.

Mi estómago se revuelve al pensar en ello. Camille parece dispuesta a complicar mi vida, y la forma en que evalúa a todos me inquieta. Lo que más me perturba es que Carlos la necesita ahora más que nunca.

Cierro los ojos, intentando centrarme. Hoy es sobre Oliver, sobre su triunfo. No puedo dejar que la presencia de Camille me afecte.

—Es solo un meeting —me digo—. Puedo manejarlo. Estoy aquí por Oliver, no por Carlos.

Quiero que me mires- Carlos SainzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora