IV. PARTE MÉXICO 1.3

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                             Lucía

Siento el frío recorrerme el cuerpo, pero enseguida unos brazos cálidos me envuelven. Me acomodo instintivamente buscando más de esa calidez, hasta que, de repente, mi consciencia despierta de golpe. ¡Jolines! Abro los ojos de par en par y me doy cuenta de que Carlos está durmiendo a mi lado. Me llevo las manos a la cabeza, asustada. ¿Dónde están los niños? ¿No nos separaban? Miro el reloj, son las siete de la mañana. Me debo ir ya. Esto está mal, muy mal.

Me levanto con rapidez y me visto lo más silenciosamente posible. Bajo las escaleras con cuidado, pero al llegar a la sala, me quedo en shock. Oliver está sentado allí, jugando con Alexandra. Cierro los ojos con fuerza, tratando de encontrar algo de serenidad. Me arreglo el cabello con las manos, intentando parecer tranquila mientras bajo, aunque por dentro estoy llena de remordimientos.

—Oliver... —murmuro con un nudo en la garganta.

—¡Mami! —grita Alex emocionada— El tío Ollie ha venido.

A pesar de la alegría de Alex, el dolor aún está presente en mí. No he olvidado lo que Oliver hizo, y parece que él tampoco. Cuando se acerca, noto sus ojos hinchados y agotados, reflejando el daño de lo ocurrido.

—Estaba preocupado... —dice con voz tensa, como si las palabras le costaran.

—Ya me iba, dormí con los niños —respondo rápidamente, tratando de disipar cualquier sospecha.

Él me mira fijamente, sus ojos llenos de dolor y arrepentimiento. Sabe que lo que pasó está mal, y ese mismo dolor lo arrastra. Antes de que pueda decir algo más, Reyes aparece desde el patio y me ofrece una salida, aunque sea temporal.

—¿Van a llevar a los niños esta noche? —le pregunto mientras me acerco a despedirme.

—Sí, te avisaré —responde, dándome dos besos en la mejilla y abrazándome brevemente.

—Espero que no estés en problemas —murmura preocupada.

—Tranquila —le aseguro, aunque por dentro estoy todo menos tranquila.

Después de despedirme, vuelvo con Oliver. Miro a mis hijos, que están felices siendo mimados por sus abuelos, y sonrío, aunque por dentro todo parece caerse a pedazos. Me giro hacia Oliver, tratando de mantener la calma.

—Vámonos —le digo con voz firme.

—Se han llevado tu Ferrari. Iremos en el mío —responde él.

Quiero reprocharle por tomar decisiones sin consultarme, pero la verdad es que no tengo fuerzas para discutir. No hoy. La carga emocional de las últimas semanas me ha dejado exhausta, y la idea de pelear es lo último que deseo.

Sin intercambiar palabras, regresamos al hotel en un silencio que se siente pesado. El tiempo avanza rápidamente, y pronto tendremos que estar en el paddock a las nueve y media; son solo las ocho de la mañana.

Oliver aparca el Ferrari, y al notar la presencia de algo de prensa afuera, espero junto a él. Caminamos en silencio hacia el elevador, donde la tensión es palpable. Cada segundo que pasa parece estirarse, y el ambiente está cargado de una electricidad que me hace sentir inquieta.

De repente, se acerca a mí, toma mi rostro entre sus manos, y antes de que pueda reaccionar, su boca busca la mía con urgencia. Intento resistirme, pero mis manos parecen tener vida propia, enredándose en su cabello mientras ceder ante la atracción. Le doy acceso a mi boca, y en ese instante, él se desmorona. Su frente se apoya en la mía, como si buscara un refugio en medio del caos.

Quiero que me mires- Carlos SainzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora