Las semanas pasaron, y aunque Fleur y Hermione disfrutaban de momentos robados de intimidad, la relación no era fácil. Los celos de Fleur se mostraban de vez en cuando, especialmente cuando alguien pasaba demasiado tiempo hablando con Hermione o cuando sus atenciones parecían desviarse, aunque solo fuera por un momento. Fleur era apasionada, y esa intensidad hacía que su relación con Hermione estuviera llena de chispa, pero también de desafíos.Una tarde, después de haber pasado un día en el Callejón Diagon comprando libros y material para sus investigaciones, Hermione se encontró de nuevo en una situación incómoda. Mientras revisaba algunos pergaminos antiguos en la tienda de Flourish and Blotts, un antiguo compañero de Hogwarts, Terry Boot, se acercó para saludarla. La conversación fue amena y natural, pero el tono de Terry era claramente coqueto. Fleur, que estaba un poco más atrás, hojeando unos libros, observaba la escena con una mezcla de incomodidad y algo más oscuro.
Mientras Terry hablaba animadamente sobre un proyecto en el que estaba trabajando en el Ministerio, Hermione notó de reojo la expresión en el rostro de Fleur. El brillo en sus ojos había cambiado; era un destello que Hermione ya había visto antes. Era la furia contenida de una Veela celosa.
—Fue bueno verte, Terry. Tengo que seguir con mis compras —dijo Hermione, cortando la conversación antes de que las cosas se complicaran más.
Cuando se giró hacia Fleur, esta ya estaba de pie frente a ella, sus labios apretados y la tensión en su cuerpo evidente.
—¿Estás bien? —preguntó Hermione, aunque ya sabía la respuesta.
Fleur la miró con esa mezcla de vulnerabilidad y furia que siempre la desarmaba.
—No me gusta cómo te miraba ese hombre —dijo Fleur, con los puños cerrados a los lados—. Sabía lo que estaba pensando.
Hermione suspiró, acercándose a ella para calmarla.
—Fleur, no pasó nada. Terry solo estaba siendo amable, nada más.
—No es solo amabilidad cuando te miran así, Hermione. Lo siento dentro de mí, cada vez que alguien se acerca demasiado. Es como si mi propia magia me advirtiera, me empujara a... —Fleur se detuvo, tragando saliva, claramente intentando controlarse.
Hermione sabía que los celos de una Veela no eran algo sencillo de manejar. Era más que simple inseguridad; era una fuerza mágica, primitiva, que respondía a la más mínima amenaza. Fleur no solo competía con otras personas, sino también con sus propios instintos.
—Lo entiendo, pero tienes que confiar en mí, Fleur —dijo Hermione con suavidad, tomando las manos de Fleur entre las suyas—. No tienes que sentirte amenazada por nadie. Estoy aquí contigo porque quiero estarlo.
Fleur respiró hondo, su cuerpo todavía tenso, pero la sinceridad en las palabras de Hermione parecía suavizarla.
—Es tan difícil, Hermione. Siento tanto por ti... más de lo que puedo controlar a veces. Pero no quiero que pienses que soy débil o irracional —dijo Fleur, sus ojos brillando con una mezcla de miedo y deseo.
Hermione la miró con ternura, acariciando su mejilla con el pulgar.
—No eres débil, Fleur. Eres increíblemente fuerte, más de lo que te das cuenta. Y sé que juntas podemos encontrar una forma de superar esto.
Fleur la miró por un largo momento antes de inclinarse hacia ella y capturar sus labios en un beso suave pero lleno de necesidad. Había algo más en ese beso, una promesa de que, a pesar de los obstáculos, Fleur estaba dispuesta a luchar por lo que tenían