El Expreso de Hogwarts avanzaba con rapidez, serpenteando a través de los paisajes verdes y montañosos. Eléa y Céleste se habían sentado juntas en uno de los compartimentos del tren, sus emociones fluctuando entre la emoción y la ansiedad por lo que les esperaba en Hogwarts.
-¿Cómo crees que será? -preguntó Céleste, mirando por la ventana mientras las nubes pasaban rápidamente.
Eléa, siempre más segura y extrovertida, sonrió con entusiasmo.
-¡Increíble! He leído sobre todas las casas, los fantasmas, el Gran Comedor... Va a ser como vivir en un cuento de hadas.
Céleste se giró hacia su hermana, jugando nerviosamente con los botones de su túnica.
-¿Y si no me seleccionan para una casa? ¿Y si descubren que soy diferente?
Eléa tomó la mano de Céleste, apretándola con cariño.
-¡Claro que te seleccionarán! Y si eres diferente, eso es lo que te hace especial. Además, mamá y mamá siempre dicen que lo importante es ser tú misma.
Céleste asintió, sintiéndose un poco más reconfortada por las palabras de su hermana. Sin embargo, en el fondo, la pequeña veela aún temía lo que pudiera pasar. Aunque su magia era poderosa, no se sentía completamente segura controlándola, y no podía evitar preguntarse cómo la recibirían los demás estudiantes.
