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Con el tiempo, las niñas comenzaron a entender y aceptar sus diferencias. Aunque Eléa era consciente de la facilidad con la que Céleste manejaba la magia, también empezó a darse cuenta de que su propio enfoque disciplinado le permitía aprender hechizos más complejos con el tiempo. Entre las dos, se desarrolló una relación de respeto y admiración mutua.

Hermione y Fleur también encontraron un equilibrio en su vida cotidiana. Fleur había reducido un poco su trabajo para poder estar más presente con las niñas, mientras que Hermione seguía desempeñando un papel crucial en el Ministerio, a menudo encargándose de casos de criaturas mágicas y leyes relacionadas con los derechos de los seres mágicos. Aunque sus responsabilidades eran grandes, siempre se aseguraban de pasar tiempo juntas como familia.

 

Una tarde, mientras disfrutaban de una cena al aire libre en su jardín, Eléa y Céleste comenzaron a jugar con magia de una manera que las llenó de orgullo. Eléa, con su concentración característica, lanzaba pequeños encantamientos, mientras que Céleste hacía que las flores a su alrededor se iluminaran y flotaran como pequeñas luciérnagas.

—Míralas —dijo Hermione, apoyando su cabeza en el hombro de Fleur—. Son una combinación perfecta de nosotras dos.

Fleur asintió con una sonrisa.

—Sí, lo son. Y cada día me sorprenden más

Hermione besó suavemente la mejilla de Fleur antes de regresar su atención a sus hijas.

—Hemos construido algo increíble aquí, Fleur. Nunca pensé que tendría una vida como esta. Pero aquí estamos, con todo lo que siempre soñé y más.

Fleur tomó la mano de Hermione y la apretó suavemente.

—Yo tampoco imaginé que la vida me llevaría aquí. Pero estoy tan agradecida de que lo haya hecho. Te tengo a ti, a nuestras hijas... No hay nada más que necesite.

Esa noche, bajo el cielo estrellado y rodeadas de las risas de sus hijas, Hermione y Fleur sabían que habían encontrado un hogar, no en un lugar, sino en las personas que amaban. Y juntas, estaban listas para enfrentar cualquier aventura que el futuro les trajera.

Los meses continuaron su curso, y la vida en la casa Granger-Delacour fluía con la misma mezcla de caos y amor que se había vuelto habitual. Las niñas seguían creciendo rápidamente, cada una explorando sus propios talentos mágicos y formando una relación cada vez más fuerte. Aunque las diferencias en sus habilidades eran evidentes, lo que las unía era más fuerte: un profundo afecto fraternal que parecía crecer con cada día

El Encantó De La Veela Donde viven las historias. Descúbrelo ahora