Una noche, mientras yacían juntas en la cama, Hermione habló suavemente.—Fleur... aunque todo esté tranquilo ahora, no puedo evitar sentir que he cambiado. Todo lo que ha pasado me ha marcado de maneras que no esperaba.
Fleur, que estaba acariciando suavemente el cabello de Hermione, la miró con comprensión.
—Eso es natural, amor. Hemos pasado por tanto... Es imposible no cambiar después de todo lo que hemos enfrentado.
—Lo sé —respondió Hermione—. Pero siento que he perdido una parte de mí en el proceso. La Hermione que se lanzaba a cada batalla sin dudar, que resolvía todo con lógica y preparación... ya no soy esa persona.
Fleur guardó silencio por un momento, pensando en las palabras de Hermione. Luego la abrazó más fuerte.
—Cambiar no es malo. Lo que hemos vivido nos ha hecho más fuertes, y diferentes, sí, pero también más sabias. No puedes ser la misma persona que eras antes, porque has crecido. Y yo te amo por quien eres ahora, no por quien eras antes.
Hermione sintió una oleada de alivio ante esas palabras. El peso que había sentido en su pecho comenzó a disiparse lentamente.
—Gracias por eso. No sé qué haría sin ti —susurró Hermione.
Fleur sonrió, inclinándose para besarla suavemente.
—No tienes que cargar con todo sola, Hermione. Estoy aquí, siempre. Juntas, lo superaremos todo.
Con el paso de las semanas, la vida en su hogar siguió su curso natural. Hermione comenzó a reintegrarse a su trabajo en el Ministerio, pero a un ritmo más relajado. Decidió no involucrarse directamente en casos de alto riesgo por un tiempo, priorizando su bienestar y el de su familia. Mientras tanto, Fleur seguía con sus proyectos personales, ayudando a su clan veela con la revitalización de sus tradiciones y la preservación de su cultura