Cuando se separaron, Fleur la abrazó, aferrándose a ella como si temiera perderla. Hermione la sostuvo, permitiendo que sus cuerpos se alinearan, sus corazones latiendo al unísono.A medida que los días pasaban, Fleur comenzó a trabajar en sus emociones con más conciencia. Hermione le había sugerido que, si sus celos estaban tan arraigados en su naturaleza veela, tal vez podría aprender a canalizarlos, a controlarlos de una manera más saludable. Fleur, aunque reacia al principio, accedió a intentarlo. Después de todo, no quería perder a Hermione, y tampoco deseaba que su relación estuviera marcada por su incapacidad para manejar esos sentimientos.
Un día, mientras paseaban por los terrenos de la Madriguera, Hermione le contó sobre un antiguo hechizo de autoconciencia que había leído en un libro. Era complicado y requería una gran disciplina, pero podría ayudar a Fleur a estar más en sintonía con sus emociones.
—Es un hechizo que te permite ver más claramente lo que sientes, pero desde un lugar de calma, sin la interferencia de las emociones más intensas —explicó Hermione.
Fleur la miró con interés, aunque también con cierto escepticismo.
—¿Y crees que eso funcionaría con una Veela? —preguntó.
—No lo sé con certeza, pero vale la pena intentarlo, ¿no crees? —Hermione le ofreció una sonrisa alentadora.
Fleur asintió lentamente, claramente dispuesta a intentarlo, aunque con dudas. Esa noche, se sentaron juntas en la sala de la Madriguera, rodeadas de libros y pergaminos. Hermione le explicó cada paso del hechizo, ayudándola a enfocarse en su respiración y en la energía que fluía dentro de ella