La tensión en el aire de la casa era palpable mientras Fleur y Hermione preparaban su próximo movimiento. La amenaza que los Morlais representaban ya no era algo distante o abstracto: se cernía directamente sobre ellas. Fleur, aunque había activado el hechizo de protección en el último segundo, sabía que era solo una solución temporal. Los Morlais habían encontrado su hogar, y era solo cuestión de tiempo antes de que volvieran, más fuertes y más decididos.
—No podemos quedarnos aquí —dijo Hermione con determinación, mientras recogía algunos de los libros antiguos que había estado consultando sobre magia elemental—. Necesitamos llevar a Eléa a un lugar seguro y asegurarnos de que los Morlais no puedan alcanzarla.
Fleur, con Eléa en brazos, asintió. Aunque su instinto la empujaba a quedarse y luchar, sabía que Hermione tenía razón. La seguridad de su hija era lo más importante.
—Pero no podemos simplemente escondernos para siempre, Hermione —respondió Fleur—. Si quieren algo, tenemos que descubrir qué es y detenerlos antes de que consigan más poder.
—Lo sé —dijo Hermione—. Pero primero necesitamos tiempo para planear. Si logramos poner a Eléa a salvo, podremos concentrarnos en neutralizar esta amenaza de una vez por todas.
Ambas decidieron contactar a Bill y a Ginny para pedirles que cuidaran de Eléa mientras investigaban más sobre los Morlais. El Santuario de Shell Cottage, la casa de Bill y Fleur en la costa, estaba protegida por encantamientos muy antiguos y poderosos, lo que lo convertía en uno de los pocos lugares verdaderamente seguros