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A medida que los días se convertían en semanas, Fleur comenzó a ganar mayor control sobre sus emociones. Hermione había sido paciente, amorosa, y había apoyado cada uno de sus intentos por canalizar los celos que a veces amenazaban con consumirla. Pero, aunque los momentos de tensión disminuían, la relación entre ellas seguía siendo un reto constante, sobre todo cuando estaban rodeadas de otras personas.

Una tarde, mientras ambas caminaban por los jardines de la Madriguera, Hermione propuso una idea que había estado rondando en su mente.

—Estaba pensando —comenzó Hermione con cautela, sabiendo que el tema podría causar cierta incomodidad—. Quizá deberíamos tomar un tiempo fuera de aquí, alejarnos de todo por un tiempo. Un lugar solo para nosotras.

Fleur la miró sorprendida, claramente intrigada.

—¿Alejarnos? ¿A qué te refieres?

Hermione sonrió, tomándole la mano.

—Pensé que podríamos tomarnos un tiempo en algún lugar apartado. Sólo tú y yo. Sin distracciones, sin celos... solo nosotras, conectando de verdad.

Fleur asimiló la idea en silencio por un momento. La posibilidad de estar a solas con Hermione, sin la presión de la gente alrededor, la tentaba profundamente. Y, aunque había logrado avances significativos en controlar su naturaleza veela, aún había momentos en los que la presencia de otras personas hacía que esos celos afloraran. Tal vez un tiempo lejos podría ser justo lo que necesitaban.

—Me gusta la idea —dijo Fleur con una sonrisa que iluminó sus ojos—. Quizá sea exactamente lo que necesitamos.

Unos días después, ambas se encontraron en una pequeña cabaña mágica en los campos de Bretaña, un lugar apartado que Fleur conocía desde su infancia. La cabaña estaba rodeada de campos de lavanda y colinas ondulantes, con el sonido lejano del océano que llegaba desde la costa cercana. Era un lugar perfecto para encontrar la paz y el equilibrio que tanto necesitaban

El Encantó De La Veela Donde viven las historias. Descúbrelo ahora