A medida que pasaban las semanas, Hermione y Fleur comenzaron a hablar de dar el siguiente paso en su vida juntas: formar una familia. La idea había surgido tímidamente al principio, pero ambas sabían que, tarde o temprano, querían explorar esa posibilidad.
Una noche, mientras compartían una copa de vino en su sala de estar, Fleur fue quien rompió el silencio.
—Hermione, he estado pensando mucho en esto... ¿Has considerado cómo sería si tuviéramos hijos?
Hermione, que estaba leyendo un libro, levantó la vista, sorprendida, pero no incómoda con la pregunta. Sabía que ese tema aparecería tarde o temprano.
—Lo he pensado, sí. Y aunque la idea me emociona, también me asusta un poco. No sé si estoy preparada para todo lo que implica tener un hijo —respondió honestamente.
Fleur asintió, comprendiendo perfectamente esa mezcla de emociones.
—A mí también me asusta, pero creo que seríamos buenas madres. No tenemos que decidirlo ahora, pero... no puedo evitar imaginarlo. Una pequeña parte de mí quiere sentir esa experiencia.
Hermione dejó el libro a un lado y se inclinó hacia Fleur.
—Tienes razón. No tenemos que tomar una decisión ahora mismo. Pero si es algo que ambas queremos, podemos empezar a planearlo poco a poco.
Fleur sonrió, emocionada por la posibilidad de lo que el futuro les podría deparar.
Las conversaciones sobre formar una familia comenzaron a ser más frecuentes. Fleur, siendo veela, sabía que la magia podría influir en su capacidad para tener hijos. Ambas investigaron todas las opciones: desde la adopción hasta la concepción mágica asistida. Querían asegurarse de que cualquiera que fuera el camino que eligieran, fuera el adecuado para ellas