El verano había llegado a su fin, y la brisa fresca del otoño comenzaba a filtrarse por las ventanas de la casa Granger-Delacour. Las hojas de los árboles en el jardín se tornaban de un dorado brillante, y el aire estaba cargado con la promesa de cambios. Fleur y Hermione habían estado disfrutando de la relativa calma después del regreso de Hermione, mientras las niñas seguían creciendo rápidamente y explorando más sobre sus habilidades mágicas.Una mañana, mientras las niñas jugaban en el jardín, Hermione y Fleur compartían una taza de té en la cocina, conversando sobre los próximos días. De repente, una lechuza marrón clara, de plumaje elegante, apareció en la ventana. En su pico, llevaba dos sobres de pergamino que Fleur reconoció de inmediato.
—No puede ser... —murmuró Fleur, dejando su taza sobre la mesa.
Hermione levantó la vista, captando la sorpresa en el rostro de su esposa.
—¿Qué sucede? —preguntó Hermione mientras la lechuza entraba con facilidad, depositando los sobres sobre la mesa.
Ambas compartieron una mirada de orgullo y emoción. Era un momento que habían estado esperando, aunque también un recordatorio de que sus niñas estaban creciendo. Eléa y Céleste, sus pequeñas, estaban a punto de dar un gran paso hacia la madurez.
—Tenemos que dárselas —dijo Fleur con una mezcla de nerviosismo y alegría—. Eléa definitivamente estará emocionada, pero me pregunto cómo lo tomará Céleste.
Hermione asintió, tomando su taza y mirando por la ventana hacia donde las niñas corrían y reían en el jardín.
—Céleste es fuerte. Y aunque su magia es diferente, confío en que estará bien en Hogwarts. Es un lugar donde aprenderán a dominar sus habilidades, al igual que nosotras.
Fleur y Hermione salieron al jardín con las cartas en la mano, y al verlas, Eléa y Céleste corrieron hacia ellas, curiosas por lo que traían.
—¿Qué es eso? —preguntó Eléa, notando los sobres—. ¿Para nosotras?
Fleur asintió con una sonrisa, agachándose frente a sus hijas.
—Estas son cartas muy especiales, chicas —dijo Fleur, entregándole una a Eléa—. Son de Hogwarts, la escuela de magia.
Eléa abrió los ojos con sorpresa, mientras tomaba el sobre con manos temblorosas.
—¿Hogwarts? —susurró, mirando el sello con admiración—. ¿Significa que...?
—Significa que has sido aceptada para comenzar tu primer año en la escuela —dijo Hermione, sonriendo con orgullo—. Vas a ser una bruja oficialmente entrenada.
Eléa chilló de emoción, saltando y abrazando a sus madres con fuerza.
—¡Voy a Hogwarts! —gritó, saltando de felicidad—. ¡No puedo creerlo!
Céleste, que había estado observando en silencio, miró a su madre con una expresión mezcla de curiosidad y ansiedad.
—¿Y yo? —preguntó en voz baja, sus ojos brillando de incertidumbre.
Fleur se arrodilló a su altura, sosteniendo su segunda carta.
—Tú también, mi amor —dijo con ternura—. Esta carta es para ti.
Céleste tomó el sobre, sus dedos trazando el sello de Hogwarts con cautela. Sabía que su magia no era como la de su hermana, y aunque estaba emocionada, también había una pequeña chispa de miedo en su interior. ¿Sería aceptada en un lugar como Hogwarts?
—Pero... —Céleste comenzó, mirando a Fleur y luego a Hermione—. ¿Y si no puedo controlar mi magia? ¿Y si no encajo?
Hermione se arrodilló junto a ella, tomando su mano con delicadeza.
—Céleste, cariño, Hogwarts es un lugar donde aprenderás a controlar tu magia. No importa que sea diferente, lo importante es que eres una bruja talentosa, y aprenderás a usar tus poderes de la mejor manera. Todos en Hogwarts son diferentes a su manera, y eso es lo que hace el lugar tan especial.
—¡Va a ser increíble! —dijo emocionada—. Podemos aprender juntas, ¡seremos las mejores hermanas brujas de todo Hogwarts!
Céleste sonrió tímidamente, sintiéndose un poco más segura con las palabras de su madre y el entusiasmo de su hermana. Tomó aire y finalmente abrió su carta, sus ojos escaneando las palabras escritas en pergamino:
"Querida Céleste Granger-Delacour, nos complace informarte que has sido aceptada en el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería..."
Sus ojos se iluminaron, y por primera vez en ese día, una sonrisa llena de esperanza apareció en su rostro. Al igual que su hermana, ahora también formaba parte del mundo mágico al que tanto había soñado pertenecer.
—¿Entonces... vamos a Hogwarts? —preguntó, mirando a sus madres, aún sin poder creerlo del todo.
—Sí —respondió Fleur, acariciando el cabello de Céleste—. Ambas irán a Hogwarts, y aprenderán todo lo que necesitan para ser grandes brujas.
Los días siguientes estuvieron llenos de preparativos. Fleur y Hermione llevaron a las niñas al Callejón Diagon para comprar todos los útiles necesarios: túnicas, varitas, libros, y por supuesto, sus mascotas. Eléa eligió una lechuza, mientras que Céleste optó por un pequeño gato negro que parecía tener una conexión especial con ella desde el momento en que lo vio