Después de la animada conversación en el desayuno, las chicas decidieron tomar un rato de descanso antes de volver a sus rutinas. Mientras Eléa salía a los jardines para disfrutar del aire fresco, Céleste se quedó en la sala con Fleur. Notó que su madre estaba algo pensativa, su mirada perdida en la distancia.—¿Todo bien, mamá? —preguntó Céleste con curiosidad, sentándose a su lado en el sofá.
Fleur sonrió con ternura, pero había un toque de melancolía en sus ojos.
—Oui, mon ange, solo estoy recordando algunas cosas —dijo con suavidad, acariciando el cabello de Céleste—. Estoy muy orgullosa de lo que has logrado este año.
Céleste, sintiendo que había algo más detrás de esas palabras, decidió preguntar sobre algo que siempre había estado en su mente desde su primer año en Hogwarts.
—Mamá —comenzó, observando cómo los rayos del sol iluminaban el cabello plateado de Fleur—, siempre he querido preguntarte algo. En Hogwarts, pude ver a los Thestrals desde mi segundo año, pero Eléa no. Tú también puedes verlos, ¿verdad? Nunca me dijiste por qué.
Fleur suspiró profundamente, cerrando los ojos por un momento mientras trataba de organizar sus pensamientos. Sabía que tarde o temprano tendría que contarle a Céleste la verdad, pero siempre había temido ese momento. Aún así, ahora que su hija estaba creciendo y enfrentándose a sus propios desafíos, Fleur sintió que Céleste merecía saber.
—Es una historia difícil de contar, pero creo que ya estás lista para escucharla —dijo Fleur, tomando las manos de su hija entre las suyas—. Cuando era joven, antes de que conociera a tu mamá Hermione, estaba en la Orden del Fénix. Durante la guerra, vi muchas cosas horribles. La primera vez que vi a alguien morir fue durante la Batalla de Hogwarts.
Céleste abrió los ojos con sorpresa. Sabía que Fleur había luchado en la guerra, pero nunca había pensado en lo que eso implicaba realmente.
—¿A quién viste morir? —preguntó suavemente.
—Fred Weasley —respondió Fleur en un susurro—. Él era parte de nuestra familia, y su pérdida fue devastadora para todos. Estaba cerca cuando sucedió. Lo vi caer, y nunca olvidaré ese momento. Desde entonces, he podido ver a los Thestrals. Representan la muerte, pero también me han enseñado a aceptar que la vida es frágil y que debemos aprovechar cada momento que tenemos.
Céleste sintió un nudo en la garganta al escuchar la historia. Nunca había pensado en el dolor que su madre llevaba consigo, siempre tan fuerte y elegante. Se inclinó hacia ella, abrazándola con fuerza.
—Lo siento, mamá —murmuró—. No sabía que habías pasado por eso.
Fleur la sostuvo, agradecida por el consuelo de su hija.
—Está bien, mi amor. La guerra nos cambió a todos, pero lo importante es que sobrevivimos. Y de todo ese dolor, también surgieron cosas hermosas. Como tú. Y he aprendido que, aunque la muerte puede ser parte de la vida, el amor y las conexiones que creamos con los demás son lo que realmente nos mantiene fuertes.
Céleste sonrió suavemente, apoyando la cabeza en el hombro de Fleur, sintiéndose más conectada con su madre que nunca.
Sabía que la vida de Fleur había estado marcada por sacrificios, pero también por la fortaleza de seguir adelante