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Con el paso de los meses, la dinámica familiar se fue ajustando. Hermione se encargaba de los proyectos importantes en el Ministerio de Magia, mientras Fleur continuaba desempeñando su papel en la comunidad veela, aunque ahora más enfocada en sus hijas. Eléa, por su parte, se adaptaba perfectamente al rol de hermana mayor, siempre protegiendo a Céleste y mostrándole las pequeñas maravillas del mundo.

Un día, mientras estaban en el Parque de los Magos, Eléa se detuvo en seco al ver un grupo de niños jugando con sus varitas, lanzando pequeños hechizos inofensivos. Se giró hacia Hermione con una expresión de curiosidad y un toque de frustración.

—Mamá, ¿cuándo podré usar mi varita? —preguntó, cruzando los brazos—. ¡Quiero aprender magia de verdad!

Hermione y Fleur intercambiaron una mirada divertida. Sabían que ese momento llegaría eventualmente, pero también que había que esperar.

—Tendrás tu propia varita cuando vayas a Hogwarts, cariño —respondió Hermione con suavidad—. Por ahora, puedes aprender mucho observando y jugando con nosotros. La magia no se trata solo de lanzar hechizos, también está en las cosas que hacemos todos los días.

Eléa suspiró, pero aceptó la respuesta de su madre. Aunque la paciencia no era su mayor virtud, confiaba en que cuando llegara su momento, estaría lista.

Con el tiempo, Hermione y Fleur comenzaron a notar algo interesante en la pequeña Céleste. A pesar de ser tan joven, la bebé mostraba señales tempranas de tener una conexión especial con la magia. Objetos a su alrededor parecían moverse solos cuando ella estaba cerca, y a veces, pequeñas ráfagas de luz emanaban de sus manos cuando estaba emocionada.

—¿Crees que es por su parte veela? —preguntó Hermione una noche, mientras observaban a Céleste dormir en su cuna.

Fleur, acostada junto a Hermione, asintió pensativa.

—Es posible. Las veela a veces desarrollan habilidades mágicas de manera más temprana que los magos. Pero también podría ser una combinación de ambas cosas. Es mitad veela, mitad bruja... quizás su magia sea diferente, única.

Hermione sonrió ante esa idea. Sus hijas eran especiales, cada una a su manera, y ver cómo crecían y descubrían sus propios dones era un privilegio.

—Será interesante ver qué tipo de magia desarrollará cuando sea mayor —dijo Hermione, acariciando suavemente el cabello de Fleur—. Cualquiera que sea, sé que la apoyaremos en todo.

Fleur asintió, cerrando los ojos con una sonrisa.

—No puedo esperar para ver en qué se convertirán nuestras niñas.

A medida que los años pasaban, la familia Granger-Delacour se mantuvo unida, enfrentando los desafíos de la vida con amor y apoyo mutuo. Hermione y Fleur continuaron construyendo su hogar, no solo en términos materiales, sino también en los lazos emocionales que las mantenían unidas. Sus hijas crecieron rodeadas de magia, no solo la que podía conjurarse con una varita, sino la que venía del amor incondicional y el compañerismo

El Encantó De La Veela Donde viven las historias. Descúbrelo ahora