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Los días pasaron con relativa tranquilidad. Eléa seguía practicando sus encantamientos bajo la atenta mirada de Fleur, y Céleste parecía cada vez más fascinada por los poderes mágicos que surgían espontáneamente a su alrededor. Sin embargo, una tarde, mientras Fleur estaba ocupada preparando una poción para su trabajo, algo extraño comenzó a suceder en casa.

Céleste, que estaba jugando sola en su habitación, comenzó a experimentar una oleada de poder mágico que no podía controlar. Las paredes de la casa temblaron levemente, y objetos en su habitación empezaron a levitar de manera errática. Fleur sintió el cambio en el aire y corrió inmediatamente hacia la habitación de su hija.

Cuando llegó, encontró a Céleste en el centro de la habitación, rodeada por una especie de energía mágica que vibraba en el aire. Sus ojos, normalmente de un azul profundo, brillaban con una intensidad casi sobrenatural, y el miedo en su rostro era evidente.

—¡Mamá! —gritó Céleste, asustada por lo que estaba ocurriendo.

Fleur, manteniendo la calma, se acercó a su hija lentamente.

—Tranquila, cariño —dijo con una voz suave y tranquilizadora—. Estoy aquí. Todo está bien. Respira profundo y trata de calmarte.

Céleste temblaba, pero intentó hacer lo que su madre le pedía. Fleur se arrodilló frente a ella y extendió las manos, permitiendo que su propia energía veela fluyera hacia la habitación, envolviendo a su hija en un manto de calma. Lentamente, la magia de Céleste comenzó a disiparse, y los objetos que flotaban en el aire cayeron suavemente al suelo.

Cuando todo estuvo en calma, Fleur abrazó a su hija con fuerza, sintiendo el latido rápido de su corazón.

—Lo siento, mamá —susurró Céleste, con lágrimas en los ojos—. No pude controlarlo.

—No te preocupes, mi amor —respondió Fleur, acariciando su cabello—. Estás bien, y eso es lo único que importa. Poco a poco aprenderás a controlar tu magia, pero siempre estaré aquí para ayudarte.

Eléa, que había estado observando desde la puerta, se acercó con una mezcla de preocupación y curiosidad.

—¿Por qué sucede eso? —preguntó, mirando a su hermana pequeña.

Fleur suspiró, sabiendo que la situación era complicada de explicar. La magia de Céleste no era como la de la mayoría de los niños. Era más instintiva, más intensa, y en ciertos momentos parecía que no pertenecía solo al mundo de los magos, sino a algo más profundo.

—Céleste tiene un tipo de magia diferente —explicó Fleur con delicadeza—. Es parte de su herencia veela. A veces, esa magia puede ser difícil de controlar, pero con el tiempo, aprenderá a manejarla mejor.

Eléa asintió, aunque seguía sin comprender del todo. Sin embargo, la preocupación por su hermana fue suficiente para que se acercara a Céleste y la tomara de la mano.

—Yo también te ayudaré —dijo con una sonrisa—. Podemos practicar juntas, como siempre.

Céleste miró a su hermana con gratitud y asintió, secándose las lágrimas. Fleur observó la interacción con una mezcla de orgullo y alivio. Sus hijas, a pesar de sus diferencias, se apoyaban incondicionalmente

El Encantó De La Veela Donde viven las historias. Descúbrelo ahora