Con el tiempo, Hermione y Fleur se sumergieron completamente en su nueva rutina, disfrutando de la paz que tanto habían anhelado. Aunque la tensión de las batallas y los peligros parecían quedar atrás, sus vidas seguían evolucionando, llenas de pequeños momentos de felicidad.Una mañana, mientras el sol brillaba a través de las cortinas, Hermione se despertó antes que de costumbre. Sentada en el borde de la cama, observó cómo Fleur dormía plácidamente a su lado, su cabello rubio extendido sobre la almohada. A su lado, Eléa seguía en un sueño profundo en su cuna mágica, con una suave sonrisa en su rostro. El hogar, finalmente, era un refugio de calma.
—Quería sorprenderte con el desayuno —dijo Hermione, inclinándose hacia ella—. Pero parece que me has descubierto.
Fleur se rió suavemente y besó la mejilla de Hermione.
—No me importa que me descubras siempre que sea así. Además, es lindo verte tan relajada. Ya no tienes esa tensión constante en tus hombros —dijo Fleur, acariciando los brazos de Hermione con suavidad.
Hermione se detuvo un momento, reflexionando sobre lo que Fleur decía. Era verdad, había algo diferente en ella, una calma interna que no había sentido en mucho tiempo.
—Supongo que estoy aprendiendo a vivir de nuevo, sin toda esa presión —respondió Hermione, sirviendo dos tazas de café—. Aunque a veces todavía me cuesta no pensar que algo más podría suceder.
Fleur la miró con ternura y tomó una de las tazas, sentándose en la mesa.
—Entiendo cómo te sientes, pero hemos trabajado tanto para llegar hasta aquí. Merecemos disfrutar de esta paz. Nos la hemos ganado —dijo Fleur, tomando un sorbo de café—. Y aunque haya incertidumbres en el futuro, lo enfrentaremos como siempre lo hemos hecho: juntas.
Hermione sonrió y se sentó frente a ella. Sabía que Fleur tenía razón. Habían sobrevivido a tantas tormentas, y ahora tenían la oportunidad de crear un futuro más brillante, más tranquilo