Una noche, mientras descansaban en su sala, Fleur miró a Hermione con una expresión que había estado guardando durante días. Había algo que quería decir, algo que había estado pensando desde su tiempo en Bretaña.—Hermione —comenzó Fleur, tomando su mano con una intensidad que hizo que Hermione levantara la vista—. Hay algo que quiero preguntarte.
Hermione, intrigada, la miró expectante.
—¿Qué es?
Fleur respiró hondo, su corazón acelerado.
—Sé que hemos tenido altibajos, y sé que a veces soy difícil. Pero en Bretaña, cuando estábamos solas... sentí que finalmente había encontrado mi lugar. Mi hogar. Y ese hogar eres tú, Hermione.
Hermione la miró con los ojos brillando, sin palabras por un momento.
—Quiero que estemos juntas para siempre —continuó Fleur, sin apartar la mirada—. Quiero hacer esto oficial. Quiero casarme contigo.
Hermione sintió su corazón dar un vuelco. Sabía que su relación con Fleur era fuerte, pero escuchar esas palabras la llenó de una felicidad indescriptible. Sin embargo, también sabía que esto no sería fácil. El compromiso significaba enfrentar todos los desafíos que venían con la naturaleza de Fleur y su vida juntas.
Pero, sin dudarlo, Hermione sonrió, su corazón lleno de amor.
—Fleur... no hay nada que quiera más en este mundo —respondió, inclinándose para besarla.
El beso fue suave y lleno de promesas, sellando una nueva etapa en su relación. Aunque sabían que el camino no sería sencillo, estaban dispuestas a enfrentarlo juntas. Después de todo, no había obstáculo que no pudieran superar cuando estaban una al lado de la otra