Capítulo 60

201 47 9
                                    

El olor a goma quemada del motor se mezcla con el perfume con tintes de vainillas de la chica sentada dos filas delante. El bus traquetea rumbo a la preparatoria, como siempre. Pero hoy no es como siempre. Hoy el ruido de las risas del fondo, los audífonos que filtran música a todo volumen en los oídos de alguien y hasta las voces de los que hablan me suenan estática. Solo queda un zumbido sordo que no solo me martillea los oídos, sino que también se escabulle a mis pensamientos.

He dejado la mochila en el asiento libre a mi lado. Hoy Darek no pudo acompañarme porque dijo que tendría que arreglar algunos problemas familiares, no quise preguntar mucho al respecto, aunque en realidad tampoco tenía cabeza para hacerlo. Lo cierto es que lo extraño con cada latido del corazón, solo estando a su lado el alma se me siente menos pesada.

Aprieto las manos contra las rodillas, sintiendo el roce áspero del jeans. Si me lo preguntas no podría responder el cómo llegué aquí, cómo rayos estoy yendo camino a la preparatoria cuando sé que no encontraré a Éber allí. Supongo que estoy haciendo todo sin pensar, como un acto de supervivencia.

Cierro los ojos al sentir como un nuevo nudo se me va atando a la garganta, ácido, caliente.

«Ya no llores más», pienso «Eso no arregla nada»

Muy lentamente voy separando los párpados, como ya esperaba, los ojos se me han encharcado con agua salada. Estoy por llevarme las manos a la cara cuando una mano me toca el hombro. Alzo la mirada, encontrándome a Roxana inclinada desde el pasillo, sujeta al respaldo del asiento.

—No seas grosera. Déjame sentarme —dice, apuntando con el dedo la mochila a mi lado. No lo dice de mala manera, incluso suena compasiva.

Asiento con la cabeza en un movimiento mecánico mientras agarro el bolso y lo hundo en mi regazo. Temo hablar y terminar rota en llanto. Lo próximo que percibo es su cuerpo ocupando el lugar que debería estar ocupando Darek.

—Lamento mucho lo de Éber, en serio —comienza y por extraño que parezca, le creo —. Él siempre me agradó.

¿A quién no le iba a agradar Keller?

—Gracias —digo, aun con las lágrimas tiritando en mis párpados. —Pero creo que no has venido solo a decirme eso, ¿cierto?

Lo digo por la forma en la que une y desune sus manos una y otra vez, además del cómo mira a cada lado por encima de sus hombros.

—Alison se marchó del pueblo con sus padres —suelta, cuidando su tono para no ser escuchada —. Ayer lo supimos, pero no dio ninguna explicación del porqué se iba. —La volteo a ver a pesar del llanto que tengo amontonado en los ojos, es aquí que dos lágrimas resbalan, no hago nada para limpiarlas. Noto los ojos de ella parpadeando entre pena y curiosidad. —Lo siento... creo que no debí...

—Dime lo que piensas.

Se humedece los labios a la vez que suspira.

—No lo sé, pero, y si Alison se fue por lo que tú y yo sabemos —hace una pausa que se alarga más de lo que debería —, y si lo que le pasó a Éber fue a causa de... las cartas.

Si no es porque bajo la vista a mi pierna, no me doy cuenta de que la estoy moviendo con impaciencia. Recordar todo esto de las cartas me angustia de una manera poco sana, peor aun sabiendo que Alison se ha marchado.

—¿Cómo que Alison se fue?

Ella conduce la mirada al pasillo, presiento que se asegura de que nadie la escuche.

—Sí, ayer la coordinadora nos los dijo.

Ayer ni Abril ni yo asistimos a clases por obvias razones.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: 5 hours ago ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

No acercarse a DarekDonde viven las historias. Descúbrelo ahora