Una vez papá dijo que soy demasiado sensible, que cualquier cosa es capaz de meterse tan adentro de mí que me termina por desbaratar. Ese día no recibí un abrazo de él, aún y cuando hizo todo un monólogo de lo patética que soy por permitir que las emociones tomen el control de mi vida. Es por esto que no espero que Darek se conmueva al observar cómo las lágrimas caen y me empapan las mejillas.
Sí, papá tiene razón, soy tan sensible que estoy llorando solo por el hecho de mirar a los ojos a una persona que parece no querer merecer nada de este mundo más que sufrimiento, aunque para mí merece sanar y que esos ojos brillen de tanta felicidad.
El nudo que se aprieta en la garganta me impide hablar, así que lo único que me queda por hacer es sollozar. Estoy tan avergonzada de no poder reprimir lo que siento que agacho la cabeza. Es aquí que lo siento romper la distancia que nos separa y antes de poder levantar la vista, sus brazos me arropan, atrayéndome a su pecho. El bolso que me cuelga en la espalda no es un impedimento para que sus manos se escurran por mi cintura y terminen presionadas contra mi espalda baja.
—Llora, llora las veces que sean necesarias. Mi pecho va a estar aquí para consolarte las veces que lo necesites.
Sus palabras me transmiten una comprensión, que hasta ahora, no había tenido conmigo misma. Y es que no debería avergonzarme por lo que soy, por lo fuerte que puedo llegar a sentir. Nada en mí está mal y es entre los brazos del chico más frío que conozco qué logro entenderlo, porque con él no he tenido que fingir y no se ha ido, sigue aquí, sosteniéndome.
Las lágrimas se continúan deslizando, pero ya no son lágrimas con rastros de vergüenza, sino de aceptación. Hundo el rostro en el hueco de su pecho, dejando que la fragancia que emana su cuerpo se funda en mi olfato y sin verlo venir, cierro los ojos.
Los demás podrán decir lo que quieran, pero estoy segura de que Darek podría poner fin a las guerras más sangrientas de la historia. Le ha puesto fin a las que llevaba años librando en mi interior, con solo abrazarme ha juntado piezas de mi alma que ni siquiera sabía que estaban sueltas. Así que para mí no es alguien malo, para mí se ha convertido en el hogar que antes no había tenido.
El llanto va disminuyendo al igual que lo hacen los sollozos. Darek no me suelta, hasta que por fin, levanto la cara y lo miro a los ojos. Él ya me mira.
—Soy una llorona —digo en un puchero.
Una breve sonrisa crispa en sus labios y para ocultarla, los humedece con la lengua.
—Solo un poco.
Me vuelvo a recostar en su pecho y así me quedo por un buen rato.
Los minutos pasan y entiendo que es hora de poner en marcha la búsqueda que nos ha traído hasta el interior de la habitación de mamá. Por esta razón me limpio cualquier rastro de tristeza del rostro y con la barbilla en alto empiezo con la exploración en las cuatro paredes que nos acogen.
—¿Qué es lo que estamos buscando? —investiga Darek, parado al pie de la cama y barriendo el lugar con sus pupilas. —No tengo idea de qué hago aquí.
Me arrodillo al lado de la abertura de la cama para luego deslizar las manos debajo, palpando la textura polvorienta del suelo en busca de algo que se sienta fuera de lugar.
—Yo tampoco sé muy bien lo que buscamos —admito sacando la cabeza desde abajo de la cama y enderezando la postura. —Abajo de la cama no hay nada.
—Necesito que me digas algo.
—¿Sí?
—¿Lo que estamos buscando es importante?
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No acercarse a Darek
Teen FictionMeredith desde que tiene uso de razón, conoce la existencia de Darek Steiner, aunque ha estipulado una regla bien marcada en su vida: NO ACERCARSE A DAREK. Darek, por su parte, no tiene idea de quién es Meredith, pero..., ¿qué ocurriría si por un j...