En medio del estruendo que se alza en el comedor, observo cómo Alison se ríe de algo que Adán acaba de decir y el nudo que se ha formado en mi estómago se aprieta con fuerza.
Alison es hermosa. Es rubia, con un cabello sedoso que brilla bajo la luz del sol que se cuela por las ventanas, sus ojos verdes destellan asemejando hermosas esmeraldas y su piel de porcelana parece resplandecer con luz propia. Cada vez que sonríe, su rostro irradia una belleza arrebatadora para cualquiera que le admire, con una dentadura perfectamente alineada que creo, ha sido un regalo que el mismísimo Dios le ha otorgado. Además, de que siempre se viste de manera impecable, luciendo las últimas tendencias de la moda, y sin duda, siendo una de las chicas más populares de toda la preparatoria.
Tengo que ser sincera conmigo misma, y admitir que no puedo evitar sentir una punzada de envidia al compararme con ella. Y es que, por años, he escuchado que debemos amarnos tal y como somos, pero qué pasa cuando a pesar de buscar belleza en mí misma, siempre me siento eclipsada por la belleza de chicas como Alison.
«¿Cómo puedo amarme cuando hay chicas tan hermosas como ella?», me pregunto para mis adentros, sintiéndome atrapada en un ciclo interminable de comparación y autodesprecio.
Quizás sea débil en una sociedad en la que todos parecen ser fuertes. Quizás yo sea la única que no ha terminado de comprender el significado del amor propio. Quizás y después de todo, el problema sea yo.
El malestar que se incrusta en mi pecho se intensifica aún más cuando veo que Adán se acerca a Alison y, ante mi mirada atenta, le da un beso en los labios. Ella no tarda en devolvérselo. Mi corazón siente romperse en pedazos al presenciar tal escena, incluso puedo sentir como si miles de cuchillos se clavaran en el centro de mi alma. A veces pienso que el destino se burla de mí de una forma descarada, recordándome una vez más que no soy especial y que nada de lo que haga podrá superar el encanto innegable que todos parecen tener, menos yo.
Fue una estupidez de mi parte haberle pedido ayer a Darek que me ayudara a que Adán se fije en mí cuando es obvio que él ya tiene una relación con Alison. Es una verdadera estupidez pensar que él se fijara en mí cuando tiene a una chica tan perfecta como ella a su lado.
Un golpe que recibo en el codo, es el que hace que aparte la vista de la pareja más nombrada de la preparatoria. Tan pronto mis ojos caen en la persona que me ha golpeado, me encuentro con los ojos azules de Éber.
—Estoy hablando contigo, Mer —se queja y mientras se mete un pedazo de pollo a la boca. Yo, sacudo un poco la cabeza y me enderezo para fingir que estoy superbién —. No creo que sea algo serio —dice al posar su vista en las personas que hace unos segundos yo estaba mirando.
—Yo también creo que es algo pasajero —comenta Abril en un tono alentador.
Sé que lo dicen para darme ánimos, porque aún y cuando nos peleemos todo el día, ellos les importa como me siento. Éber y Abril saben muy bien lo ilusionada que estaba este año por poder compartir asiento en el autobús con Adán, pero nada resultó como yo lo planeé.
Meto el tenedor en la pasta que contiene la taza que tengo enfrente y enrollo varias tiras, pero no termino de subirlo a mi boca.
—No me importa.
Eso es una mentira. Claro que me importa.
Siento como la mano de Éber se desliza por mis hombros y me hala hacia su cuerpo para que entienda que él sabe que estoy mintiendo.
—Meredith, con nosotros no tienes que fingir, sabemos que quieres llorar hasta que tus mocos se escurran.
Abril sonríe con complicidad.
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No acercarse a Darek
Teen FictionMeredith desde que tiene uso de razón, conoce la existencia de Darek Steiner, aunque ha estipulado una regla bien marcada en su vida: NO ACERCARSE A DAREK. Darek, por su parte, no tiene idea de quién es Meredith, pero..., ¿qué ocurriría si por un j...