Capítulo 2

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En este instante me siento tan avergonzada que quiero desaparecer, que la tierra me trague o tener el superpoder de devolver el tiempo para no haber cometido el peor error de mi vida.

Le he confesado mis sentimientos al chico equivocado, y no solo eso, al chico que se lo he dicho es, ni más ni menos, Darek Steiner, el nieto del mandatario del pueblo y el chico más temido de la escuela. De verdad, que la suerte mía es como mis tetas, inexistente.

Darek me mira y yo no puedo dejar de mirarlo a él. Sus ojos color ámbar hipnotizan a cualquiera que los mire, por su brillo y profundidad. Parece que quiere mirar a través de mí, como si buscara descifrar mis pensamientos. Entonces, puedo detallar lo pobladas que son sus cejas y como su cabello teñido de gris ceniza le da un aire misterioso y rebelde, contrastando con su piel clara y su labios con un leve pigmento rosa. Sus largas pestañas enmarcan su mirada intensa, que me produce un vacío en el estómago. Me siento muy intimidada por su presencia tan cerca de mí, pero a la vez sé que está cercanía se ha dado por mi culpa.

Ahora mismo soy un puto desastre, sin saber qué hacer o qué decir. Lo miro, expectante, a ver si él si es capaz de decir algo, al no hacerlo abro la boca para volver a hablar cuando de repente, él rompe nuestro contacto visual e inserta un par de audífonos en sus orejas. Adquiere una postura despreocupada mientras recarga su cuerpo en el espaldar del asiento.

Abro los ojos con sorpresa con una mezcla de confusión y ansiedad en mi interior.

«Pero, ¿qué rayos?», me pregunto para mis adentros con los latidos de mi corazón desbocados.

Sentada aquí, junto a él, empiezo a replantearme qué es lo que debo hacer, por eso me volteo hacia la ventana y limpio el sudor de las palmas de mis manos con la tela de mi pantalón. Trato de calmarme contemplando el paisaje de afuera, el autobús ya va en marcha, pero no lo consigo. No puedo dejar de pensar que le he confesado que me gusta a Darek, cuando en realidad era a Adán al que se lo tenía que decir.

Éber dijo que este año también sería compañero de viaje de Adán, entonces, ¿por qué es Darek el que va a mi lado? No entiendo ni papa de lo que está sucediendo. Lo cierto es que tengo que decirle la verdad, decirle que él no me gusta y que me equivoqué.

Me encuentro tan ensimismada en mis pensamientos que no me percato que estamos muy cerca de llegar a la residencia de Darek, así que cuando lo hago, espabilo y me giro para enfrentarlo. Estoy muy nerviosa, pero debo actuar rápido.

Giro la cabeza y le toco el hombro, la mano me tiembla un poco, pero trato de ignorar eso. Al sentir mi tacto él suelta un bufido y voltea a verme, acto seguido se saca uno de los audífonos.

—No compartimos los mismos sentimientos y no me gustan las citas —escupe con suma frialdad.

¿Qué?

La forma en la que habla tan fría, distante y ronca, una vez más me deja sin poder articular palabra, de mis labios solo escapan torpes balbuceos que hacen que él enarque una ceja.

—Yo... es que...

—Mira, si tienes algo más que decir podemos vernos —me corta de sopetón —, pero eso será en la noche.

Dios, esto se me ha ido de las manos.

Sacudo la cabeza, esperando que él entienda que no quiero tener una cita con él y que no pienso verlo en la noche en ningún lugar.

—Escuchame, yo me equi...

Mis palabras son interrumpidas por el sonido que hacen los frenos de aire del autobús al ir frenando, tal sonido nos anuncia que hemos llegado a la parada en la que Darek debe quedarse.

No acercarse a DarekDonde viven las historias. Descúbrelo ahora