Del gris al rosa

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Narrado por Darek Steiner:

Un día atrás...

El goteo constante del tratamiento que me pasa por las venas, mezclado con el pitido del monitor cardíaco que Julián mandó a conectar a mi cuerpo, me resulta una tortura auditiva. Julián dijo que la única manera de darme de alta esta misma noche es asegurándose de que estoy apto para salir del hospital, fue por eso que acepté ser monitoreado. La habitación blanca y escéptica me asfixia como si de pronto en una cárcel se convirtiera.

La forma en la que tenso el cuerpo entero no ayuda en lo absoluto, puesto que me siento a un segundo de estallar con el alcance de una bomba nuclear. En busca de calmar la sangre que me pulsa en la sien, aprieto las sábanas y los nudillos se me blanquean enseguida.

Entonces, el sonido que hace la puerta al ser abierta obliga a mis ojos a posarse en ella. Damien aparece por el umbral, la mueca que trae en los labios desaparece en cuanto afinca la vista en la expresión que tengo.

—Darek...

—No des un paso más —lo corto en el acto.

Alcanzo a detectar el desconcierto nublando sus rasgos, aunque hace justo lo que le digo. Con la puerta recién cerrada a sus espaldas frena su marcha y me mira con más atención aún.

—¿Qué pasa? —se limita a preguntar.

De golpe me arranco los cables del aparato ubicado a un lado de la cama, para luego, sin perderlo de vista, arrancarme de raíz el catéter de la muñeca, esto provoca que la sangre salga disparada, mas eso es lo que menos me importa en este preciso momento. Él contempla la escena y por un breve instante detecto que quiere decir algo, al final junta los labios, siguiendo con la mirada cada movimiento que hago.

Me voy acercando a él, en el piso queda un camino de sangre. Es al tenerlo a escasos centímetros que noto el desasosiego hundido en su entrecejo.

—Damien... —susurro a la vez que nos debatimos en un duelo de miradas —¿Qué mierda fue lo que hiciste?

Primero se toma un segundo, después abre la boca y es aquí que le encajo el puño en la mandíbula. El sonido del impacto es crudo. Lo veo sacudir la cabeza y tras unos segundos regresa a mirarme.

—Darek, ¿qué demonios...?

Todavía no he terminado. Antes de que pueda decir otra palabra, levanto el puño y los descargo de nuevo en su mandíbula, esta vez siento sus huesos crujir bajo el impacto. Ha sido tanta la fuerza del golpe que se tambalea hacia atrás, consiguiendo así soporte en la puerta. La sorpresa congela sus pupilas apenas las posa en las mías. Sé que tiene todo para contraatacar, espero que lo haga, pero nada, no hace nada.

En vista de que no contestará, no tengo de otra que agarrarlo por el cuello de la camisa que lleva puesta y atraerlo lo más cerca que puedo. Le he partido el labio, me doy cuenta cuando la sangre que sale de la herida me salpica la cara.

—¿Qué carajo has hecho, Damien? —siseo a milímetros de su cara.

Ni siquiera hace el intento de apartar mis manos de su camisa, sabe que si se atreve no solo terminará con el labio roto, sino con varios huesos de su cuerpo.

Menea la cabeza, respirando con dificultad.

—No... no sé de qué hablas...

—¿Me grabaste? ¿El video que todos ahora están viendo lo grabaste tú? —Estoy seguro de que ahora el iris de mis ojos se ha oscurecido hasta casi parecer rojo, como la sangre. Aprieto los dientes —Damien, ¿publicaste ese video para hacerla sufrir a ella?

Niega dos veces.

—No publiqué nada... Mierda, Darek... no sabía nada de ese video...

—Si lo hiciste para hacerla sufrir, puedes ir despidiéndote de tu miserable vida.

Sigue sacudiendo la cabeza.

—No hice nada... no haría nada para dañarte.

Estrecho los dedos en la tela de su camisa y en el proceso la lleno de la sangre que sigue derramándose de mi muñeca.

—Tú fuiste el que esa noche me dio la llave de la habitación, tú, hijo de puta, fuiste el que planeó todo esto.

Hace silencio, después los bordes de sus párpados se estiran al achicar los ojos.

—No seas imbécil, Darek —escupe —no quieras culparme por tus decisiones. Tú fuiste el que se cogió a esa chica...

Lo suelto de la camisa y le conecto los nudillos en la mejilla con una fuerza brutal. Pierde el equilibrio, ni siquiera estar apoyado en la puerta lo puede mantener en pie. Cae ante mí y al incorporarse sobre los codos escupe sangre.

—No pudiste haber sido tú. Estabas demasiado borracho y hubiese detectado la cámara apenas entré. —Le doy la espalda, encaminando los pasos a la cama —. Además, te conozco, conozco cuando mientes.

Tose y lo oigo escupir otra vez.

—Entonces, ¿por qué me golpeaste?

Tomo asiento al borde de la cama, nuestros ojos conectan y me limito a encoger los hombros.

—Necesitaba golpear algo.

Ríe y como pude se pone en pie.

—Ese algo podría haber sido otra cosa que no fuera mi cara. —Llega a mi altura y se sienta justo a mi lado —. El día que necesite golpear algo te llamaré —comenta, pasando los dedos por el labio que le rompí.

Me humedezco los labios.

Si Damien no fue el que grabó ese video, entonces tuvo que ser...

—Llama a los gemelos —pido.

◇◆◇

Damien hace rodar un lápiz entre las palmas mientras sube y baja la pierna: un claro ejemplo que su estadía en el hospital ya le está afectando.

Drake, parado al borde de la cama, me arroja una sonrisa de boca cerrada.

—Bonito look.

Su hermano a diferencia de él, niega con la cabeza mientras un semblante serio le surca las facciones.

—El abogado Richard interpuso una denuncia por intento de homicidio contra el chico que te disparó —explica desde un rincón de la habitación.

—En cuanto salga de aquí eso cambiará. Quiero que quede libre.

Los movimientos de Damien se detienen con el cese de mis palabras. Sus ojos se mueven a mi rostro y no tengo ni que verlo para saber que la mirada le destella en una emoción que raya en lo retorcido.

—¿Qué haremos con él?

—Ustedes, nada. Yo, matarlo con mis propias manos.

Mi vida no importa en lo absoluto. Su error fue apuntar ese cañón hacia Meredith, porque su vida es tan importante que mientras yo viva acabaré con cualquiera que se atreva a dañarla.

—¿Para qué nos llamaste entonces? —cuestiona Dante, guardándose una mano en el bolsillo.

—Necesito que me ayuden a hacer que alguien confiese algo.

La mueca en los labios de Drake se ensancha.

—¿De quién se trata?

Fijo la vista en un punto.

—Su nombre es Alison. Mañana tendrá todos sus datos y mañana mismo quiero que me tengan su confesión.

Damien endereza los hombros.

—¿Qué quieres que confiese?

Me paso los dedos por el pelo y es aquí que sonrió al recordar que ahora hay una creación de ella en los mechones que toco.

—Mañana lo sabrán, mañana...

Quien sea que haya filtrado ese video pagará. Cada persona que borre la sonrisa de sus labios pagará, de eso me encargaré yo. 

No acercarse a DarekDonde viven las historias. Descúbrelo ahora