Mi mente se ha quedado en las palabras que soltó Darek antes de descender del bus. Durante lo que resto del viaje en bus, no hice nada más que rebobinar cada sílaba de la frase que el chico teñido dijo.
—¿Qué tienen que ver esas cartas conmigo? —dicha pregunta sale de mi boca en un débil susurro. Cuando una pregunta aún más inquietante invade mi cabeza, me veo obligada a frenar el andar de mis pasos. Entonces, saco a relucir ese cuestionamiento que se ha formulado en mi interior: —¿Qué tiene que ver Darek conmigo?
Es cierto que él no fue el único en recibir una de esas cartas misteriosas, pero lo que sí es cierto es que por algo ambos las recibimos.
El frío clima que caracteriza al pueblo no tarda en hacerse presente al rozar mi piel, es este el que me recuerda que debo seguir mi camino a casa. El aire fresco y nítido llena mis pulmones cuando arrastro aire hacia ellos y así retomo la caminata que por un momento detuve.
Para dejar de lado el tema de las cartas y todas las absurdas teorías que me he estado creando en mi mente, pongo mi atención en la belleza del pueblo. Desde mi punto de vista, siempre me ha parecido un lugar encantador, mezclado con un toque de misterio que se llega a respirar en cada calle, estructura o casa a la que volteas a mirar.
Las casas en este pueblo se ven medianamente lujosas. Todas parecen tener fachadas elegantes y bien cuidadas. Algunas están decoradas con jardines coloridos y unos cuantos caen hasta en lo exuberante; mientras que otras se complementan con balcones adornados con macetas llenas de flores. Los techos de tejas rojas brillan bajo los rayos del tenue sol que ya se esconde por el oeste, esto le añade un toque de clase a la arquitectura de la zona. Ese es el encanto del que hablo, pero cuando te tomas el tiempo de mirar más a fondo, alcanzas a notar que cada una de ellas esconde algo; no he logrado descifrar qué es, sin embargo, cada vez que he intentado admirar las viviendas más allá de sus fachadas se enciende un temor en mí que me hace querer salir corriendo a casa.
He atribuido esto a los tantos rumores que por ahí se oyen, quizás inconscientemente en algún rincón de mi cerebro se guardó la idea de que todo lo que rodea posee una pizca de peligro.
A medida que me acerco a mi casa consigo divisar el humo saliendo de la chimenea de nuestra vecina. La mayoría de las casas despiertan en mí un indicio de temor, no obstante, la casa al costado derecho de la nuestra para mí es la más terrorífica de todas.
Aunque busco caminar rápido para dejar atrás la vivienda de nuestra vecina, de pronto mis pasos van aminorando su ritmo y antes de que me dé cuenta, estoy parada justo enfrente de la casa que por años me ha provocado taquicardias.
Como es de esperarse, el aura siniestra de la fachada de la casa captura mi atención al instante. A diferencia de la mayoría de las casas del pueblo, esta tiene una entrada muy diferente: porche empedrado cubierto de un musgo oscuro y húmedo, como si estuviera consumida por la oscuridad. Las ventanas siempre están cubiertas con gruesas cortinas negras, el polvo en ellas solo es reemplazado por las gotas que caen del cielo cuando llueve. El jardín, si es que se puede llamar así, se haya abarrotado de maleza y plantas marchitas, he pensado que hasta la misma naturaleza se niega a acercarse a... la anciana que se pasea por los rincones de la casa.
Se dice mucho de ella, pero lo único que es certero, es que hace años perdió al único hijo que concibió. Dicen que eso la hizo caer en una depresión tan abrumadora que no ha logrado salir de ella.
Le grito a mi razón que salgamos de aquí, aunque mis peticiones son en vano cuando atisbo a ver la figura esquelética de la dueña de la vivienda cruzar la puerta principal. De pronto, ni mis pensamientos, ni mi cuerpo reaccionan. La mujer que sale está tan delgada que podría jurar que un soplo de viento puede llegar a derribarla. Sus ojos están rodeados por unas profundas ojeras moradas que no hacen otra cosa que empeorar su semblante. Pero es su mirada, ah, en su mirada se divisa una gran tristeza, una que ha extinguido cualquier rastro de felicidad en su ser.
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No acercarse a Darek
أدب المراهقينMeredith desde que tiene uso de razón, conoce la existencia de Darek Steiner, aunque ha estipulado una regla bien marcada en su vida: NO ACERCARSE A DAREK. Darek, por su parte, no tiene idea de quién es Meredith, pero..., ¿qué ocurriría si por un j...