Los labios de Darek saben a menta y a nicotina, jamás imaginé que tal combinación fuera tan exquisita, de lo único que estoy segura en este instante es que no quiero dejar de probarlos. Siendo gobernada por mis impulsos, deslizo las manos por su pecho hasta que lo tomo del rostro, la firmeza de su mandíbula queda debajo de mi tacto, encendiendo una chispa en mí, una que me hace querer más.
Profundizo el beso, correspondiendo a la necesidad que ambos estamos experimentando. Mis labios se mueven con los suyos en una danza sensual, explorando cada rincón, cada curva, cada milímetro de su boca y él hace lo mismo, claro que sus movimientos son mucho más expertos que los míos, eso me hace desear que el tiempo se detenga y que solo podamos vivir este momento por el resto de nuestras vidas. En cuanto siento sus manos abandonar mi cintura, subir por mi espalda para luego agarrarme del cuello con una caricia ardiente, me presiono más contra él. Mis dedos llegan a su nuca y sin ganas de dejar que esto termine, abro la boca mientras su lengua se adueña de mí. La piel de sus dedos se presiona con cuidado sobre mi cuello y es aquí cuando un travieso jadeo se escabulle de mis labios. Debajo de mi vientre se concentra un calor que me hace sentir que las piernas me tiemblan, por ello me sostengo de él, por un segundo nuestros labios se separan y es aquí que abro los ojos. El sonido de su respiración acelerada se filtra en mi oído, resonando como un tambor tribal.
—Mer... Meredith —pronuncia mi nombre con ese tono ronco de su voz, ligado con la falta de aliento.
Mierda, se oye tan sexy.
No reacciono de inmediato, debo aguardar un momento para así recuperar la respiración, la cordura, la razón y todos mis sentidos que han sido nublados por un manto de deseo que me ha hecho lanzarme a los labios de Darek como si mi vida dependiera de ello. Entonces, caigo en cuenta de lo que he hecho, de lo que hemos hecho.
De golpe me aparto de él, el rubor me sube a las mejillas, las palabras quedan atascadas en mi garganta.
—Esto... yo... no...
Se me olvida como rayos debo hablar, articulado recortadas sílabas que no van a ningún lado.
—Fue mi culpa —replica él y retrocede un paso.
En sus ojos me consigo con el reflejo de un torbellino de emociones, deseo, confusión, culpa, esa misma culpa que enseguida arde en mi interior. Una ola de lucidez me abofetea con la cruda realidad: ya hay una chica que le interesa, aun así, yo permití que esto fuera más allá.
Lucho para encontrar la forma de expresarme, tras inhalar dos veces creo conseguirla.
—¿Po-por qué lo hiciste?
Tensa la mandíbula.
—Meredith... esto ha sido mi culpa.
Una voz en mi interior me anuncia que me prepare, no sé muy bien para qué, pero seguro me quebrará justo como antes ha pasado. Ahora soy yo la que da un paso atrás, de repente la distancia entre los dos se vuelve insalvable.
El vértigo que nunca antes había experimentado se me instala en la boca del estómago mientras el piso bajo mis pies parece hundirse. Me está diciendo que ha sido su culpa, o sea, que para él ese beso no tuvo que ocurrir.
—¿Por qué? —insisto.
—Me dejé llevar.
¿Eso es lo que va a decir? En serio, esa será su estúpida excusa para hacer como si esto nunca ocurrió. Juro que quiero entenderlo, saber por qué actúa de esta manera, al final no lo consigo.
En una fracción de segundo me planteo la posibilidad de ser yo la chica de la que me habló sentados en la banca, de la que habló en la fiesta y por la que dijo que haría algo lindo. Sin embargo, la forma en la que me mira derriba esa posibilidad.
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No acercarse a Darek
Teen FictionMeredith desde que tiene uso de razón, conoce la existencia de Darek Steiner, aunque ha estipulado una regla bien marcada en su vida: NO ACERCARSE A DAREK. Darek, por su parte, no tiene idea de quién es Meredith, pero..., ¿qué ocurriría si por un j...