Narrado por Darek Steiner:
1 día antes de la fiesta...
¿Qué tonalidad de rojo tendrá su sangre?
Puede que sea un rojo brillante, tan brillante como el fulgor que hoy irradia la luna. O puede ser de un rojo oscuro, semejante a la noche que en este instante se ciñe en el cielo.
Estoy en mi habitación con una copia gastada de "La Divina Comedia" entre mis manos mientras mis propias sombras bailan al ritmo de los pensamientos inquietos que rondan por mi cabeza. Una lámpara tenue ilumina el limpio sillón en el que me encuentro. La obra maestra, a la que Dante Alighieri le dio vida, me transporta a un mundo de fantasía espléndido, pese a que al detenerme a comparar la lectura con mi propia vida, una trenza de tormentos comienza a envolverme.
Las palabras fluyen por mis ojos, alimentando mi imaginación con imágenes de sufrimiento y muertes. A veces, no puedo evitar hacer una breve semejanza entre el infierno descrito en este libro y lo retorcida que está mi mente. Me es imposible ignorar la ironía que se teje en mi interior al leer sobre los distintos niveles del infierno. La cantidad de sangre derramada a lo largo de los años por mi familia, que ha teñido de rojo el destino de incontables personas, se vislumbra en cada página que descubro. Pero al adentrarme más y más en la historia de Dante, mis pensamientos se dirigen a un lugar diferente. Ahora mismo fantaseo con el color de su sangre.
¿Será tan oscura como la mía? ¿O acaso un rayo de luz se extiende por ella?
Mi retorcido juicio se enreda con las descripciones de las terribles torturas que Alighieri imaginó para los pecadores en su obra. Las ilustraciones de flagelaciones, desmembramientos y condenas eternas hacen que ella se cruce por mi mente, la suavidad de su piel, su dulce sonrisa y ese brillo inigualable en sus ojos. He caído en cuenta que ella es incluso más fascinante que el mismo infierno.
La historia que absorbe mis ojos parece convertirse en un espejo de las tantas contradicciones que en este instante me inundan la cabeza, porque solo una mente maquiavélica como la mía podría comparar un lugar tan siniestro como lo es el infierno con una persona que parece tener un alma celestial como lo es ella.
Sin ser capaz de seguir leyendo, cierro el libro y luego aprieto los párpados, no pasa ni un segundo cuando delante de mí comienzan a pasar diferentes recuerdos. La primera vez que vi sangre fue con seis años, luego presencié como una vida se desvanecía frente a mí. Esa tarde de primavera conocí muchas cosas, susurros tenebrosos, rictus de satisfacción en mi rostro y la visión de esa sangre carmesí, que fluyó como ríos en su último aliento. Desde entonces ese color rojo intenso ha sido mi compañero fiel durante años.
Abro mis ojos y contemplo mis propias manos, recubierta de cicatrices y salpicaduras de memorias ultrajantes. Agarro el libro y lo apoyo en la mesa a mi lado para luego ponerme de pie, pero es justo cuando estoy por caminar a la puerta de mi habitación que pienso en la carta que recibí hace una semana, esa que habla sobre el rey del ajedrez. No le he tomado demasiada importancia, aunque me causa curiosidad saber quién la envió pensado que es aburrida advertencia, me haría siquiera cosquillas. Algo es seguro, el que se atrevió a dejarla no tiene ni idea de quién soy.
Dos golpecitos en la puerta llaman mi atención de inmediato. El sonido que hace, aunque apenas un susurro, se adueña de mis oídos. Es como una nota musical, pura y melodiosa, que se desliza en el aire y me envuelve por completo. Al acercarme al objeto que es tocado por una tercera vez me apresuro a agarrar el picaporte y tiro de él.
Damien es la persona que aparece frente a mí. Sus siempre curiosos ojos azules me saludan antes de que lo haga su boca.
—Hola, primito.
—¿Qué quieres Damien?
—Mañana haré una fiesta y quiero invitarte.
Lo dice como si todo el pueblo ya no conociera la gran celebración que llevará a cabo.
—¿Por qué debería ir?
Una sonrisa tan retorcida como sus pensamientos, resbala en sus labios antes de contestar:
—Porque allí conoceremos a nuestra próxima víctima.
Mi corazón se aviva al escuchar esa última palabra, sin embargo, no hago nada para demostrárselo al chico que ha sido mi cómplice en muchas hazañas.
—Puedes ir con Harley o... los gemelos.
Niega.
—No, ninguno de ellos es tan meticuloso como tú. —Se encoge de hombros y ladea un poco la cabeza. —Tú y yo somos el dúo perfecto.
Finjo estar pensando.
—Voy a ir.
Mi respuesta le llena el gesto de alegría, una muy sincera.
—Es raro que te decidieras tan rápido —observa, pero al ser consciente de que odio darle largas a las cosas, niega con la cabeza y me sonríe. —Nos vemos mañana.
Tan pronto él me da la espalda cierro la puerta. El chasquido que emite la cerradura al encajar en su lugar, el ligero golpeteo del pestillo al caer en el agujero correspondiente me hace pensar en que cada elemento que compone la puerta cobrara vida propia al unísono, creando una composición única y envolvente. Haber desarrollado sentidos tan agudos, a veces me llena de gran regocijo, pero otras, me hace querer arrancarme cada uno de ellos con mis propias manos.
—Claro que voy a ir a esa fiesta —susurro en la soledad de mi habitación —, pero esta vez será por algo diferente.
Tras dejar estas palabras condensando la estancia, voy en busca de mi teléfono. Necesito enviar unos mensajes.
◇◆◇◆◇
NOTA DE LA AUTORA:
Les dejo esto como regalo para que conozcamos un poco a nuestro chico gris. Espero les haya gustado.
Cada comentario será un incentivo para seguir escribiendo desde su punto de vista, así que si quieres que él siga narrando ya saben qué hacer.
Nos leemos pronto.
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No acercarse a Darek
Teen FictionMeredith desde que tiene uso de razón, conoce la existencia de Darek Steiner, aunque ha estipulado una regla bien marcada en su vida: NO ACERCARSE A DAREK. Darek, por su parte, no tiene idea de quién es Meredith, pero..., ¿qué ocurriría si por un j...