Capítulo 21

8.3K 1.1K 167
                                    

—¿Ahora qué vamos a hacer?

Sentados en la banca, afuera de la preparatoria, después de un intenso día de clases, Éber termina de rematarlo con esa tajante pregunta a la que no le consigo una respuesta concisa.

Durante lo que ha restado de día, mis amigos y yo hemos intentado continuar como si nada hubiese ocurrido, por una parte, para no levantar sospechas y por otra, y más importante, para no afrontar que nos estamos metiendo cada vez más en un misterio que despierta en cada uno de nosotros un miedo desconocido.

—¿Y si hablamos con nuestros padres? —plantea Abril al tiempo que le echa una mirada a Éber.

A mis padres no les importó ni que me haya escapado de casa, ¿les importaría algo como esto?, me cuestiono para mis adentros.

—Mi madre está ocupada conociendo uno que otro hombre —dice Éber —, por supuesto que no le interesará saber que su hijo recibió una extraña carta.

A diferencia de mí, él no se queda callado y dice justo lo que piensa.

Echo un mechón de cabello detrás de mi oreja.

—Tampoco creo que sea lo más conveniente —hablo al fin —, no sabemos si esto pueda afectarlos a ellos también.

Hago mi mayor esfuerzo por no dejar al descubierto lo abandonada que estoy por mis progenitores, es lo mejor que puedo hacer para este punto. Además, de que hay algo de lógica en lo que digo: no sabemos a lo que nos enfrentamos.

—Pues, lo que sea que debamos hacer, tendremos que hablarlo por WhatsApp. Hay viene tu bus, Mer —indica Éber, señalando con la cabeza el vehículo que se estaciona en la parada.

Muevo la mirada a lo que él apunta y me coloco de pie.

—Adiós, chicos —me despido de ellos, pero de pronto un extraño sentimiento de desasosiego me invade, produciendo que toque a Abril con la mirada y rebote de inmediato en Éber. Mi voz sale casi sofocada al agregar: —Cuídense mucho.

Antes les había pedido que se cuidarán, mas ahora suena como una súplica desesperada.

Abril me responde con una bonita sonrisa.

—Tú también.

—Si muero, no vayas a dar un discurso triste en mi funeral, mejor habla de lo genial que fui —comenta Éber, noto la intención de hacerme sentir menos intranquila y lo logra.

Le doy una palmada amistosa en el hombro.

—Hablaré sobre tus ronquidos y tu rara costumbre de hablar solo cuando nadie te ve —concluyo y me pongo a andar con dirección al autobús.

Hago una pequeña fila en la puerta del bus y una vez es mi turno de subir miro por encima de mi hombro y advierto una presencia detrás de mí, una que no necesito ni ver para saber de quién se trata. Darek se encuentra a mis espaldas, con su imponente estatura que eclipsa la mía. Su mera presencia es tan pasada que llena el espacio a su alrededor de un aura palpable, como si estuviera tejiendo un hechizo sin decir una sola palabra.

Me pongo bien erguida a la vez que enderezo mi cabeza. Cada paso que doy con Darek siguiéndome resuena bajo mis pies, y de paso en mis sienes. Me las arreglo para llegar a mi respectivo asiento. Apenas me hundo en mi lugar, Darek se sienta a mi lado.

—El trabajo de filosofía, lo haremos hoy —informa sin darme tiempo de coger aire.

Mis ojos se dirigen de forma automática hacia él. Sus perspicaces pupilas ya se hallan enterradas en mi rostro sin darle tregua a nada que no sea su exigencia.

No acercarse a DarekDonde viven las historias. Descúbrelo ahora