Cada palabra suya cae sobre mí como un manto pesado y frío. Su tono va cargado con un autodesprecio tan agresivo que siento abrírseme el corazón.
Sin poder controlarlo, dos nuevas lágrimas resbalan. Es que no puedo entender por qué él es tan cruel consigo mismo, no cuando cada latido de mi corazón marca su nombre, no cuando cada pensamiento que tengo va tejiendo una red alrededor de su existencia. Me afecta tanto que no pueda ver lo maravilloso que realmente es.
Sin embargo, hoy no estoy dispuesta a rendirme como lo he hecho otras veces. Algo en mi interior se rebela contra la resignación, una chispa que se niega a ser sofocada por su clara intención de alejarme.
Aspiro una profunda bocanada de aire, necesito reunir todo el valor que tengo dentro para expresar justo lo que siento.
—Para mí no eres ningún daño —aunque la voz me tiembla, ella va impregnada de una fuerza que no sabía que poseía hasta el día de hoy. Lo enfrento, mirándolo directo a los ojos —, para mí eres la luz que necesitaba mi vida cuando estaba a oscuras, porque aunque no te hayas dado cuenta, gracias a ti hoy tengo el valor de decir lo que siento aunque el miedo me haga temblar.
Por un instante todo queda en silencio, pese a ello el torbellino de emociones que me inundan el pecho no paran de vibrar, provocando que la respiración se me acelere en cada inhalación.
Tras escuchar atentamente lo que digo, observo que el chico que siempre se muestra hermético ante todo, que muestra ser impenetrable, de un segundo a otro parece haber pedido el guion de su propia defensa. Y entonces, ocurre algo que no me vi venir ni en mis sueños más íntimos: sus mejillas, normalmente pálidas, adquieren un tenue color rosado. Es un cambio sutil, qué ver en otra persona me resultaría insignificante, pero que viniendo de él me roba el aliento y casi me hace olvidar como respirar.
He conseguido que Darek se sonroje.
Él mismo, desconcertado por su propia reacción, agacha la cabeza, decidido a ocultar el fuego que se va encendiendo por su rostro. No obstante, esto solo dura un par de segundos, porque muy despacio va alzando la vista hasta que la afinca sobre mis ojos. Noto que los hombros se le tensan mientras que mi mundo queda suspendido en el tiempo a causa del impacto que recibo por parte de sus pupilas, que ahora brillan con una intensidad inesperada.
—No soy como Adán, tampoco soy como los príncipes de Disney que solo aparecen en las películas para salvar el día, es más, no soy ni siquiera como la mayoría de chicos que conocemos. —Se ríe, pero no con humor, lo hace más bien como lo haría un niño nervioso. Me sigue mirando, aunque por alguna razón no parece conectado con el ahora, por un momento da la impresión de estar metido en sus más profundos pensamientos. —No me conoces lo suficiente como para estar enamorándote de mí.
Aprieto los puños a cada costado. No quiero escuchar eso. No me interesa escuchar eso.
—Eso es lo que piensas tú —refuto —, porque lo pienso y siento yo no se mide en cuánto te conozco, sino en lo que estoy sintiendo.
No deja de mirarme.
—¿Y si te lastimo?
Esa pregunta me hace replantearme que posiblemente no sea la chica de la que está enamorado, supongo que por eso le da tanto rodeo a esto. Pese a que en mi interior todo es un hervidero de emociones, me aferro a mi verdad.
—Pues, no vas a ser el primero en hacerlo y tampoco el último —suelto, sin perderlo de vista. La pregunta que quiero hacer me danza en la punta de la lengua, pero un repentino miedo la mantiene prisionera por unos pocos segundos. Entonces, tras un breve silencio, la libero: —No soy la chica de la que estás enamorado, ¿cierto?
ESTÁS LEYENDO
No acercarse a Darek
Ficção AdolescenteMeredith desde que tiene uso de razón, conoce la existencia de Darek Steiner, aunque ha estipulado una regla bien marcada en su vida: NO ACERCARSE A DAREK. Darek, por su parte, no tiene idea de quién es Meredith, pero..., ¿qué ocurriría si por un j...