Capítulo 54

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El traje gris oscuro que lleva el profesor Uriel está perfectamente planchado, la corbata azul marino combina a la perfección mientras cada paso que da dentro del salón da la sensación de estar coreografiado por lo bien cuidado que se mueve.

—Buenas tardes, jóvenes. Lamento la tardanza —dice a la vez que sus ojos analizan cada rostro de los que nos encontramos en el aula, y por un instante, siento como si pudiera descifrar lo que estamos pensando con solo un choque de mirada. Al final se detiene en una silla libre y allí, dando un suave golpe, apoya el maletín que carga en la mano. Se gira hacia nosotros y, con voz calmada pero autoritaria, prosigue: —Creo que ninguno de aquí quiere perder tiempo, así que: los escucho.

Todos, incluso Éber, hacemos silencio por un segundo que se extiende más de lo que debería. La conversación que teníamos antes de que el profesor atravesara el umbral queda en segundo plano, no sin antes que Darek reciba una breve mirada por parte de Éber, en ella expresa la confusión por lo que dijo. Sin embargo, es él el encargado de contestar.

—Profesor, cada persona de aquí ha recibido una o varias cartas. Las que no tenemos son las de Leticia y Adán por obvias razones... Steiner tampoco quiso entregar la suya —empieza para luego encaminarse a su silla y tomar el manojo de cartas que ha dejado sobre ella. Apenas entramos nos pidió cada carta que hemos recibido y las amontonó a un lado. Darek fue el único que no entregó las suyas. Con las cartas en su poder, se acerca al profesor y se las entrega. —Si quiere puede leerlas todas, pero lo que podemos decir es que el tema principal de cada carta es el ajedrez...

—¿Qué mierda estás haciendo, Éber? —lo interrumpe Rebeca al ponerse a caminar hacia él. Los ojos le destellan a causa del desconcierto. —¿Por qué el profesor Uriel está aquí?

—Cierto —interviene Roxana, colocándose de pie en un salto —. ¿Por qué estás tomando decisiones sin consultarlo con nosotros antes?

La boca se me reseca en cuanto dirijo el interés a Darek y noto que tiene los dientes apretados sin apartar la vista de su tío. Al parecer a él tampoco le agrada la idea de que el profesor nos acompañe.

—A ver, solo estoy buscando ayuda —se defiende Éber, en el proceso alterna la vista de Roxana a su amiga —. ¿Qué están haciendo ustedes?

Ambas sellan los labios e intercambian una mirada. Sin saber qué responder, Éber termina por volverse en dirección al profesor.

—Léalas y díganos qué es lo que piensa de todo esto.

Darek se aclara la garganta.

—No creo que sea bueno involucrar a otras personas en esto —observa y se reclina en la silla, abarcando por completo al profesor, el cual no se inmuta ni un poco ante la intimidación que emana desde los ojos de su sobrino. —¿Por qué aceptó venir, profesor? —inquiere sin rodeos.

—Porque hay alguien que quiero involucrado —responde con la misma firmeza.

Darek recibe esa contestación con una fría mueca.

—A mí me parece bien que el profesor pueda ayudarnos —interviene Joel adoptando una postura relajada.

Isaac levanta los hombros.

—Estoy de acuerdo.

La reacción de Éber es menear la cabeza.

—Como sea, ya el profesor está aquí, así que el que no le guste se puede ir.

Nadie se mueve. Todos aceptamos lo que pueda aportar el profesor.

El hombre que exhibe un espectacular reloj de pulsera se sienta con las piernas cruzadas y empieza a leer. El interés de cada uno se centra en la gesticulación que pueda llegar a colarse por su cara, aunque eso no pasa. El profesor en cada minuto que pasa sigue siendo un hombre inescrutable.

No acercarse a DarekDonde viven las historias. Descúbrelo ahora