La escena que se despliega ante mí solo podría ser comparada con un frágil cristal que está a un segundo de quebrarse, porque ver a Darek llorar es como presenciar el derrumbe de una sólida estructura que jamás creíste poder ser resquebrajada ni por la tormenta más violenta. Supongo que es por esto que siento que la gravedad a nuestro alrededor ha cedido junto a él, y yo, una simple espectadora, no encuentro cómo sostenerlo.
Las piernas no me funcionan, ellas que siempre han encontrado el camino hacia él, se quedan ancladas al piso mientras observo su pecho subir y bajar en una lucha interna por no sollozar de nuevo.
Con un movimiento lento, rozando incluso lo temeroso, consigo dar un paso, pero soy frenada en el acto cuando él se endereza. Entonces, sus ojos enrojecidos se encuentran con los míos para luego sacudir la cabeza, como si con ese gesto quisiera tenerme lo más lejos posible. Dos segundos después deja salir una sola palabra.
—Vete.
Por un instante soy distraída por la exigencia que le impregna a su voz y por alguna razón soy trasladada a todos esos momentos en los que, siendo unos niños, me rechazó, me mantuvo lejos de él. Porque en esos años perdí la cuenta de cuantas veces busqué acercarme, también perdí la cuenta de las veces que me alejó.
Tras pestañas y contemplar las gotas que se escurren por su rostro, entiendo que ya no es ese niño ajeno para mí. Ya no somos unos niños. Ya no estoy dispuesta a alejarme.
—N... no me voy a ir —respondo en un tartamudeo.
Dobla la carta que todavía tiene entre las manos y luego limpia el llanto de su cara. Me da la impresión de estar procesando algo en los lugares más recónditos de su mente. En el segundo que me regresa a mirar esa expresión dura que conozco tan bien aparece entre sus rasgos.
Levanto el mentón, enfrentándolo con la mirada.
—¿Qué es lo que dice? —pregunto, refiriéndome a la carta.
—No dice nada importante —miente, lo sé porque lo acabo de ver llorar, eso significa que lo que leyó lo hizo sentir y para mí es importante.
—No te creo.
Noto que la intensidad de sus pupilas descubren el cómo me tiembla el alma, pero prefiero concentrarme en lo cristalino de sus iris.
—Meredith, vete...
—¡Que no!
Ahora todo es difuso. La forma en la que me mira es diferente. El aire que respiro me quema y el corazón me late con tanta violencia, que llego a creer que el pecho se me romperá.
Lo veo tragar.
—Por favor...
—¿¡Qué dice la carta!? —exijo por segunda vez, en cada palabra siento ir perdiendo el control. La forma en la que quiere apartarme de él contiene la fuerza de un golpe en la boca del estómago. Empiezo a advertir que la vista se me nubla y antes de que me dé tiempo de tomar aire una lágrima cae. —Dime qué dice.
Tengo tanto miedo de lo que pudo haber leído que sin darme cuenta el llanto sale sin más.
No entiendo por qué se derrumbó.
Tampoco por qué ahora busca apartarme.
Lo veo separar los labios, enseguida los aprieta como si no supiera qué responder y al final agacha la mirada. El Darek que tengo frente a mí no es el que conozco, este es un Darek que ha perdido el mando de su propia existencia.
Quiero acercarme, aun así me quedo en el sitio.
—Darek... —le inyecto suavidad a mi tono —por favor...
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No acercarse a Darek
Teen FictionMeredith desde que tiene uso de razón, conoce la existencia de Darek Steiner, aunque ha estipulado una regla bien marcada en su vida: NO ACERCARSE A DAREK. Darek, por su parte, no tiene idea de quién es Meredith, pero..., ¿qué ocurriría si por un j...