Adelanto

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—Yo... yo —lucho por encontrar la voz, pero mi intento es en vano, las palabras se agolpan en mi garganta y solo salen torpes sílabas.

Darek me observa expectante a mi respuesta, mientras el peso de mis emociones me mantienen atrapada en un laberinto sin salida. No entiendo el motivo de mis nervios, pero es que estando bajo su mirada todo se convierte en caos.

—No me gustan los juegos —pronuncia él con voz firme —. Y te aseguro que a ti no te gustará jugar conmigo.

Mis manos buscan apoyo al apretarse contra la tela del bolso que descansa en mi regazo. En serio, quiero hablar, quiero decir que yo no le dejé ninguna carta, mas lo que ha dicho me ha dejado tan abrumada que para poder articular algo coherente debo romper nuestro contacto visual. Pongo mi vista al frente para luego tragar grueso.

—Yo no te dejé ninguna carta.

Hay un silencio entre los dos que se hace más pesado al percibir como su ojos se enfrascan en mi perfil. De refilón noto como inclina un poco la cabeza en un acto que deja al descubierto que tiene toda su atención en mí.

—¿Qué?

Respiro profundamente al momento que libero una bocanada de aire y dejo que las palabras fluyan de mis labios.

—No-no dejé ninguna carta en tu casillero —digo y en cada palabra voy recuperando la firmeza —. Yo no quiero jugar nada contigo. —Tomo el valor que antes me flaqueo y lo volteo a ver una vez más, su expresión es una mezcla de curiosidad y seriedad. Me doy cuenta que necesita escuchar algo más, así que sigo adelante: —Darek, no eres la gran cosa.

Él se toma un segundo antes de responder, sus pensamientos aparentemente se hallan librando una batalla contra él mismo. Entonces, de golpe, dirige su interés al frente y se humedece los labios con la lengua.

—Olvídalo —suelta a regañadientes.

Me asombra su corta respuesta; estaba segura de que soltaría algún comentario severo que me haría sentir mal conmigo, pero no, solo un simple: "olvídalo".

Lo próximo que llega a mi mente es que él también ha recibido una carta. No me había parado a pensarlo, pero en mi casillero también encontré una carta, Abril también encontró una en el suyo y a Éber de igual forma le dejaron una. ¿Qué rayos son esas cartas?

Mi confusión es tan evidente, que de forma inconsciente clavo mi atención en su perfil y la mantengo ahí por un rato. En el proceso intento reunir mis pensamientos dispersos hasta que una pregunta clara y concisa brota de mis labios:

—¿Qué dice la carta que te dejaron? —Lo que digo queda suspendido en el aire, él ni siquiera voltea a verme, en vez de eso echa su cabeza hacia atrás y la pega contra el respaldo del asiento. Su comportamiento tan grosero dispara la rabia en la sangre que corre por mis venas, así que vuelvo a hacer la misma pregunta: —¿Qué dice la carta que te dejaron?

Lo oigo suspirar, pero es el sonido de este suspiro el que exacerba la rabia en mi interior. Es un suspiro profundo y pesado, cargado de fastidio.

—Si tú no fuiste la que dejó esa carta por qué quieres saber qué dice —cada palabra que escapa de su boca está cargada con un aura de superioridad, como si el solo hecho de estar preguntando me hiciera inferior a él. Luego de un instante ladea su cabeza por encima de su hombro para clavar sus pupilas en las mías. —No soy la gran cosa, ¿cierto? —Sonríe de lado en una mueca burlona. —Entonces, no quieras saber de mí.

El calor abrasador del enojo cada vez se apodera más de mi ser. Cierro mis puños, sintiendo cómo las uñas se clavan en mis palmas. En este instante cada célula de mi cuerpo se encuentra conteniendo el torrente de emociones negativas que amenaza con desbordarse.

«¿Pero quién diablos se cree?

¿De verdad piensa que todo gira en torno a él?

¿Qué mierda le cuesta decir que dice la carta y ya?»

Las preguntas se van formulando en mi cabeza. Quiero gritarle que es un imbécil, y todos los demás insultos que llenan mi mente. Pero sé que responder con agresividad sólo alimentará su puto espiral de superioridad, pese a que estoy a un paso de soltar todo, opto por apretar los labios con fuerza y respirar hondo.

—Olvídalo.

No pasa ni un minuto cuando el autobús se detiene y el chico a mi lado se levanta del asiento que ocupa, estoy casi segura que no me dirá nada más, aunque para mi sorpresa antes de guindarse el bolso en el hombro responde a mi pregunta.

—La carta habla del rey, el rey que representa la pieza del ajedrez. —Tras decir esto, cuelga la tira del bolso en su hombro y se echa el cabello hacia atrás —. Tal parece que soy el rey de este tablero.

Dicho esto se me da la espalda y abandona del bus.

¿Qué? ¿Entonces, las cartas están conectadas?

No acercarse a DarekDonde viven las historias. Descúbrelo ahora