Capítulo 22

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Tengo a Darek cerca, muy cerca. Tanto que su respiración parece rozar mi piel. Aunque no es eso lo que me ha dejado atrincherada al suelo, ha sido lo que acaba de decir.

A medida que me sumerjo en sus ojos me percato de unas pequeñas motas doradas que bailan dentro de sus iris, como si danzarán entre la diversión y la seriedad. Cada vez que lo veo directo a los ojos es como si revelara una parte diferente de su compleja personalidad. La dualidad de su comportamiento me está afectando y no sé cómo actuar.

Incapaz de resistirme por más tiempo, abro la boca para enfrentar esta situación directamente y no seguirle dando vueltas al asunto. Sin embargo, antes de que pueda expresar mi pensar, saca las manos de sus bolsillos, de inmediato sus palabras vibrantes y atronadoras se sobreponen al silbido de la brisa.

—Vamos, hay que hacer un trabajo.

Sus palabras me aprietan el estómago de súbito con soberana fuerza, provocando que lo agarre por el antebrazo, y de mis labios, como espuma que salpica la orilla del mar, salpica esta contundente pregunta:

—¿Qué es lo que quieres?

Tocado su piel, advierto que su cuerpo se paraliza y por un segundo parece contener el aliento. Acto seguido echa su mano hacia atrás y de golpe hace que deje de tocarlo.

—Quiero que terminemos esto de una vez por todas.

Un atisbo de diversión cruza su rostro y sin agregar nada más pasa a mi lado para seguir con el camino que debemos seguir a mi casa.

Permanezco quieta por unos instantes en los que busco qué rayos hacer y el impulso de mi interior termina por vencerme, así que me giro de golpe y lo sigo hasta que le obstaculizo el camino al pararme justo enfrente de él. Por lo alto que es debo echar la cabeza hacia atrás para mirarlo a la cara, pero una vez que lo hago una extraña seguridad se incrusta en el centro de mi pecho.

—Acabas de decir que soy una de las razones por las que es-estás mal de la cabeza —estoy hablando tan de prisa que la voz me falla, no obstante, prosigo —, quiero que me digas por qué, qué rayos tengo que ver yo con que estés loco.

Pese a su aparente indiferencia, logro sentir cierta chispa de provocación en la forma en la que me mira.

—¿No lo ves?

—No.

Sus particulares ojos me sostienen la mirada, para sus adentros parece evaluar mi rostro. Luego, con una sonrisa enigmática, asiente con la cabeza.

—Me irritas. Eres tan diferente a mí que me irritas.

Tú me irritas. Tú, Darek Steiner, me irritas como nadie, pienso.

—¿Y eso qué?

—Eso ha afectado mi salud mental, porque por alguna razón siempre te acercas a mí.

Una risa involuntaria se escapa de mis labios.

—¿Acercarme yo? —Levanto mi dedo índice y le apunto la cara —, tú eres el que se acerca a mí. Te recuerdo que por tu culpa ahora tenemos que hacer este trabajo juntos.

Cada una de las palabras que salen de mi boca van impulsadas por la necesidad de enfrentarlo. Él se queda en silencio por unos segundos, sus ojos en ningún momento dejan los míos. Entonces, sin darle una contestación a lo que digo, me esquiva y retoma la marcha de sus pasos. Mi instinto de seguirlo me lanza a caminar detrás de él.

—¡Espera! ¿¡Cómo se supone que vas a saber cuál es mi casa!? —cuestiono al alcanzarlo.

Él no deja de caminar.

No acercarse a DarekDonde viven las historias. Descúbrelo ahora