Gerardo Steiner

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Narrador omnisciente:

Cinco años atrás...

No me creas, pero en cada historia hay escondidas miles de otras historias.

Y la que te voy a contar ahora no es la más feliz, ni de cerca la más hermosa.

Un hijo puede ser un regalo de la vida, pregúntaselo a alguien que ame a sus hijos y seguro te rectifica lo que digo. Gerardo amaba a sus hijos por igual, o eso expresaba cada vez que dicho tema se ponía sobre la mesa, porque, muy dentro suyo sabía que había uno que podría fallarle y él igual seguiría amando con la misma vehemencia. Ulises fue su adoración desde el día de su nacimiento hasta que... lo desconoció.

Pero, ¿cómo le pides a un padre que acepte que su hijo, que debía ser su compañero de vida, era en realidad un monstruo? Gerardo se lo preguntaba día a día sin conseguir una respuesta. Luego de años volcó todo su amor hacia una persona a la que sentía haberle fallado y ese día, tras una llamada, sentía que perdía.

Haber estudiado medicina le hizo saber que el cáncer detectado en la sangre de su nieto era casi mortal, sin embargo, esta vez iba a pelear hasta el final. No importaba qué.

Y es que nadie conocía esa parte de la vida de Gerardo Steiner, nadie tenía idea de que en sus años de juventud había estudiado para ser médico, tampoco nadie sabía que tuvo que abandonar ese sueño por mandato de su padre y casi nadie podía leer la agonía en su mirada esa mañana que se enteró del diagnóstico de su nieto.

Gerardo Steiner lloraba más de lo que le gustaba admitir, se culpaba todas las noches antes de
que Morfeo lo tomara en brazos y desea poder traspasar a él todo el dolor de la piel y alma de Darek.

Por eso esa mañana cuando entró al consultorio del doctor Julián no fue el imponente mandatario del pueblo, fue un ser tan quebrado como los vidrios de un espejo que acababa de ser impactado por una gran roca.

El hombre detrás del escritorio se levantó apenas lo vio atravesar la puerta.

—Gerardo —dijo.

Con un nudo apretado en la garganta Gerardo miró al médico.

—Julián —empezó a decir, pero de pronto las lágrimas le nublaron la vista y permitió que ellas resbalaran, los sollozos no tardaron en mezclarse con su voz cuando prosiguió: —sé que como médico no hay mucho que hacer, pero como abuelo te pido que me des una esperanza... la más mínima que haya... por favor.

Años atrás por estar ciego de amor había cometido muchos errores, dichos errores lo perseguían hasta el día de su sepulcro. Lo que todos desconocían era que ahora vivía con el único propósito de proteger a Darek, tal como debió haberlo hecho cuando su corazón se fracturó en grietas que ni con todo el ungüento del mundo lograba frisar.

No acercarse a DarekDonde viven las historias. Descúbrelo ahora