En la vida hay muchas cosas que finjo disfrutar, no solo eso, porque con el paso del tiempo me he percatado que en realidad hay muy pocas cosas que me hacen vibrar de placer. Pero manipular los hilos del destino me ha causado un nivel de satisfacción simplemente maravilloso. Poder guiar a otros por el camino que yo quiero no tiene precio.
Con cada carta muevo las piezas con la precisión de un relojero. Un alfil, quizá, para desviar la atención del objetivo mayor. Un caballo, para dar un salto inesperado y poner en jaque a un rey desprevenido. Y, a veces, un peón de sacrificio en aras de un avance más estratégico.
La parsimoniosa danza de las piezas, la tensión de cada movimiento y el cómo mis planes toman vida en el tablero frente a mí es lo más bello que nunca imaginé presencia. Es toda una fantasía.
Al igual que en el ajedrez, el dolor es un maestro implacable, es la herramienta que moldea a los jugadores para al final hacerlo más fuertes y menos confiados. Lo sé porque el dolor me ha forjado a mí.
Me paso la lengua por los labios.
—¿Cómo se puede valorar el triunfo sin antes conocer la derrota? —me pregunto mientras rozo los dedos en la torre de cristal a través del cuero del guante que llevo puesto. Pronto una mueca de puro deleite me asalta los labios —. Llego tu turno, querida torre.
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No acercarse a Darek
Teen FictionMeredith desde que tiene uso de razón, conoce la existencia de Darek Steiner, aunque ha estipulado una regla bien marcada en su vida: NO ACERCARSE A DAREK. Darek, por su parte, no tiene idea de quién es Meredith, pero..., ¿qué ocurriría si por un j...