Una vez volví a la mesa que compartía con mis amigos, fui bombardeada con un sinfín de preguntas con respecto a haberme ido con Darek fuera del comedor; sin embargo, me apresuré a decir que solo estábamos hablando sobre el trabajo de filosofía que tenemos pendiente para la próxima semana. Mi respuesta pareció convencerlos, ya que, dejaron el tema atrás y pudimos seguir con nuestro día normal. Aunque para ser cien por ciento sincera debo admitir que lo que hablé con Darek ha quedado grabado en mi mente durante todo el día.
—Tu acné ha empeorado.
Lo que dice papá me saca de mí misma para poner atención a lo que sucede a mi alrededor. Me encuentro sentada en el mesón de la cocina de la casa junto a mis padres, y es gracioso, pero estando con ellos dos es cuando más infeliz me siento.
Las pupilas del hombre que hace menos de una hora llegó a casa se acentúan sobre mi rostro y noto el desprecio en su expresión.
Aquí vamos de nuevo.
—Ya hice todo lo que el dermatólogo aconsejó —respondo.
Una sensación de ansiedad me comienza a carcomer el pecho a la vez que la anticipación de un dolor agudo está a un paso de invadir mi estómago.
Sabía que papá volvía hoy de su viaje de trabajo, y aunque me preparé para esto estando frente a él, me doy cuenta de que jamás voy a ser tan fuerte como para soportar sus menosprecios.
No dejo de mirarlo cuando aparta sus ojos de mí para ponerlos en la pantalla de su móvil.
—Tu hermana nunca tuvo problemas de acné. No entiendo como puedes descuidarte tanto, Meredith. Laia siempre ha tenido su piel bien cuidada.
Sus palabras se asientan en mi interior como un eco cruel. Noto mi corazón encogerse y la poca autoestima que he construido se desmorona como un castillo de naipes entre un tornado. Pensé que al volverlo a ver no me afectarían sus constantes comparaciones, tal parece que me equivoqué, ellas continúan escociendo mi alma.
Durante años me he esforzado por ser aceptada por él, por mostrarle que soy más de lo que él piensa. Desde que el acné apareció he probado todos los tratamientos posibles, seguí al pie de la letra todas las recomendaciones médicas y aun así, mi piel no ha mejorado y me he culpado por eso.
—No soy Laia.
Ni siquiera me voltea a ver, lo que le muestra la pantalla de su teléfono es mucho más importante que yo; a veces incluso siento que para él cualquier cosa tiene más importancia que mi presencia en su vida.
—¿Cómo te fue en el trabajo, cariño? —mi madre interfiere entre los dos sin darle significado a lo que él acaba de decir.
Él suspira.
—Todo está yendo de maravilla, cada vez tengo más propuestas de trabajo.
Ser un abogado reconocido al parecer le otorga la felicidad que su familia nunca le ha dado.
No quiero culparlo del todo, estoy segura de que debajo de ese hombre recio, duro e inquebrantable existe una persona rota que se oculta dentro de una armadura para así no dejar ver sus fragmentos. Quiero pensar que ese corazón de piedra que parece tener lo ha forjado la misma vida al curtirlo hasta que quedó sólido, impermeable, blindado, sin reacción a ningún estímulo de amor que se le pueda ofrecer.
Dirijo mi mirada hacia mi madre y distingo a ver lo feliz que la hace poder estar cerca de papá. Sus ojos están por iluminar cada rincón de la cocina, mientras que en sus labios se estira una sonrisa.
—Me alegra tanto escuchar eso, amor. Tenemos que celebrarlo con una cena familiar.
Él asiente sin muchas ganas y por unos cortos segundos su interés se mueve a la mujer que lo admira como si fuera el único hombre de la tierra.
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No acercarse a Darek
Teen FictionMeredith desde que tiene uso de razón, conoce la existencia de Darek Steiner, aunque ha estipulado una regla bien marcada en su vida: NO ACERCARSE A DAREK. Darek, por su parte, no tiene idea de quién es Meredith, pero..., ¿qué ocurriría si por un j...