Capítulo 47

8.7K 964 373
                                    

Las emociones en mi interior se entrelazan, formando una danza caótica que me deja sin aliento. Tengo el pulso tan acelerado que un redoble frenético me resuena en los oídos. La respiración se me vuelve superficial, cada inhalación es un intento de absorber la magnitud de lo que acabo de escuchar.

En este instante me siento más viva de lo que pude haber estado en los últimos años de mi vida, es como si cada fibra de mi ser vibrara al tener la mano sobre la de Darek con la posibilidad de un futuro a su lado.

—¿Meredith?

Pero entonces, la realidad cruel y despiadada se abalanza sobre mí como un latigazo. Con un parpadeo, intento anclar la mente a la realidad, a lo tangible. Y justo cuando la claridad comienza a asentarse, me doy cuenta de que he perdido la noción de tiempo.

Tengo la mano sobre la de él, pero nada de lo que creía real en realidad lo es, ya que luego de que mi mano tocó la suya me sumergí en un espejismo del que solo yo era parte. Darek no ha dicho que soy la chica de la que está enamorado. Yo lo imaginé.

La incertidumbre convertida en hielo se me extiende por las venas, enfriando así el calor de mi euforia inicial. Sin embargo, en cuanto ensarto las pupilas en los ojos del chico frente a mí, me hago consciente de que él está completamente ajeno a la tormenta interna que me asola.

—Darek...

Siento la garganta seca, y las palabras se niegan a salir.

—¿Estás bien?

¿Qué debo responder? ¿Cómo le explico que he construido un castillo de ensueños en una base inexistente?

El corazón aún me late a un ritmo acelerado. Tras un segundo en el que vuelvo a parpadear, el cuerpo me actúa al retroceder un paso. Darek deja de tocarme y es aquí que termino de entender que esa confesión que sentí tan real fue una boba ilusión que tejió mi propia imaginación.

El silencio entre los dos de pronto se torna insoportable. Yo lo único que quiero es salir corriendo.

Ahora puedo ser considerada la chica más tonta en la faz de la tierra.

Él me observa con una intensidad casi palpable, una mirada que parece atravesar la superficie para alcanzar las profundidades en mi interior. Eso me hace sentir peor.

—Meredith, ¿estás...?

La pregunta le queda a medias, puesto que dos golpecitos en la puerta lo interrumpen en seco. No me da tiempo de girarme hacia el sonido cuando la persona del otro lado no espera respuesta y tira del pomo.

—¡Damien!

—Por favor, tío...

En cuanto Damien cruza el umbral y tiende la mirada frente a él, aprieta los labios, quedando en completo mutis. De inmediato mueve la mirada de Darek a mí. El profesor Uriel aparece detrás de él y distingo a vislumbrar la incomodidad cayendo sobre sus hombros al tensarlo de pies a cabeza.

—Meredith Fischer —me saluda por mi nombre y apellido, supongo que para mantener la formalidad de alumna a profesor. Luego dirige el interés al chico que tengo enfrente. —Creo que vinimos en un mal momento —comenta antes de carraspear.

De refilón me percato de que Darek asiente.

—Sí, váyanse.

No, la única que se va de aquí soy yo.

—No se preocupen, ya yo tengo que irme —digo en tono vacilante, más para mí que para ellos.

Cierro los puños a mis costados para así disimular el tiritar que me asalta las manos y sin darle crédito al tiempo me encamino al sofá ubicado a un rincón de la habitación, de ahí agarro mi bolso.

No acercarse a DarekDonde viven las historias. Descúbrelo ahora