Ni mi razón me da para reflexionar mis palabras, ni mi cuerpo para seguir en pie. Es por esto, que antes de que lo vea venir, mis ojos se van cerrando, dejando que la oscuridad me abrace, pese a que intento abrirlos, mis párpados pesan como plomo, y el calor que emana los brazos y pecho de Darek no provocan más que alimentar mi somnolencia. Cada uno de mis pensamientos se vuelven borrosos al mismo tiempo que una oleada de mareo me invade. Hago un último esfuerzo por mantenerme despierta, sin embargo, mi esfuerzo es en vano. La música, las risas y las voces se desvanecen, como si se alejaran poco a poco para dejarme en un estado de completa desconexión.
Antes de caer rendida en los brazos de Morfeo, todos los músculos de mi cuerpo se relajan, liberando la tensión acumulada por una noche llena de momentos que, de seguro, jamás olvidaré. La forma en la que respiro se torna lenta y regular, sincronizándose con los latidos del corazón de Darek.
—Meredith.
Su gruesa voz consigue alzar mi oído, pero ya es demasiado tarde. Me sumerjo en un sueño profundo.
◇◆◇
Abro los ojos con lentitud, luchando contra la pesadez que parece anclada a mis párpados a la vez que siento una extraña presión en mi mejilla. La luz que impacta mis ojos es tan insoportable que me veo obligada a volver a cerrarlos.
—¡Mer! ¿Estás bien?
Estoy tan aturdida que no reconozco la voz que me habla, ella suena distante y hasta un poco distorsionada en mi cabeza.
Me veo obligada a parpadear un par de veces, en busca de adaptarme a mi entorno. Mi cabeza late con fuerza, casi como si un martillo estuviera golpeándola en repetidas ocasiones. Extiendo mi mirada por mi alrededor, percatándome de que estoy en una habitación, hay un solo problema en esto: ¡no es mi habitación!
Me froto los ojos y busco incorporarme, pero mi cuerpo protesta al no querer salir del cálido refugio que las suaves sábanas me dan. De golpe pongo mi interés en la persona que me agarra la mejilla. Éber se encuentra sentado en la orilla de la cama con una expresión de preocupación mezclada con alivio por todo el rostro.
—No estás muerta —dice y deja de tocarme.
—Esto es una puta locura —se queja otra voz a un rincón de la habitación y al dirigir mi atención hacia la persona que habla me hallo con Abril, una Abril que camina de un lado a otro. Sin embargo, al notar que ya estoy consciente, detiene su desesperada caminata y me mira a los ojos. —¡Mer! Pensé que no te volvería a ver.
Sale corriendo a mi altura y no tarda en darme un breve abrazo. Una vez me aparta de su cuerpo, veo lo corrido que está su maquillaje y el desastre en el que se ha convertido su pelo.
No entiendo un carajo.
Balbuceo algunas palabras ininteligibles, incapaz de articular una sola frase coherente. Éber se coloca de pie y Abril se apresura a tomar su lugar, aunque yo continuo tan confundida como la primera vez que abrí los ojos. El fuerte olor a colonia masculina y a cuero nuevo inunda el aire y me confunde aún más.
—¿Dónde estoy? —pregunto, enterrando las palmas de mis manos en el colchón.
—En la habitación de Damien —contesta Éber.
Una alarma se despierta en mi cabeza ante la respuesta que me ha dado él. Con un solo movimiento me siento en la cama, pero un repentino mareo me hace volver a cerrar los ojos.
¿Qué demonios hago en la habitación de Damien?
La mano de alguien atrapa mi hombro y tan pronto abro los ojos me doy cuenta de que es la mano de Abril.
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No acercarse a Darek
Teen FictionMeredith desde que tiene uso de razón, conoce la existencia de Darek Steiner, aunque ha estipulado una regla bien marcada en su vida: NO ACERCARSE A DAREK. Darek, por su parte, no tiene idea de quién es Meredith, pero..., ¿qué ocurriría si por un j...