Parte 1

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Capítulo 1

El estridente sonido de una canción veraniega interrumpió mi sueño. No importa lo alegre que elijas la melodía del despertador, siempre resulta igual de odiosa. Es una ley universal. De hecho, si escoges un tema que te guste mucho, probablemente acabarás aborreciéndolo. Esa, en concreto, me recordaba cada día que ni era verano ni estaba de vacaciones.

Permanecí unos instantes aún en la cama, cogiendo aire profundamente. Me había propuesto ser un poco más positiva y alejarme del melodrama al que tan enganchada parecía estar últimamente. "Estoy agradecida por todo lo que tengo... o al menos debería estarlo, y voy a afrontar este día con el mayor optimismo del mundo... aunque me espere una jornada de mierda, un examen de Matemáticas y probablemente lluvia." Satisfecha conmigo misma y con mis progresos me levanté de un salto y corrí escaleras abajo.

Vivía con mis padres en un dúplex de dos alturas en pleno centro de Zaragoza. Mis progenitores podrían haberse permitido una mansión en Montecanal si les hubiese dado la gana, pero no. No. Preferían utilizar su sobrante dinero para contribuir a causas "más nobles y necesarias", como ellos las llamaban, sin importarles lo más mínimo las sugerencias de su única hija.

Me detuve sorprendida ante la pequeña maleta negra que había en el recibidor. Se suponía que iba a estar sola toda la semana, pero mi padre había regresado antes de lo previsto y sin avisar. ¿Para qué hacérmelo saber? Si era el último mono de la casa...

Me dirigí hacia el ruido de platos provenientes de la cocina, pero nada podía haberme preparado para el soberano susto que me llevé.

Cuando entré en la estancia todo posible resquicio de sueño desapareció de golpe. Mis ojos recorrieron de arriba abajo al personaje que tenía delante. Vaqueros desgastados colgando de las caderas, camiseta negra de manga corta pese a estar en marzo, y donde se suponía que tenía que estar la piel de sus brazos había una enorme maraña de tatuajes cubriendo unos considerables músculos, de esos naturales que más se deben al esfuerzo físico que a pasar horas en un gimnasio. Mi cerebro trabajó rápidamente pese a la hora que era, llegando a la única conclusión posible: debía de ser otro de los "proyectos" de mi padre. Eso, o un ladrón muy considerado estaba fregando los restos de una cena que no me había molestado en meter al lavavajillas.

No era la primera vez que mi padre traía a un niño de acogida a casa, pero a juzgar por sus desarrollados brazos, este chico de niño no tenía nada. Tampoco era la primera vez que se preocupaba por un pobrecillo desgraciado, pero este más bien parecía un delincuente en toda regla, y eso que aún no le había visto la cara. Pero entonces se giró, y cuando sus ojos negros se encontraron con los míos el mundo entero se detuvo.

Lamento reconocer que tardé bastante tiempo en reaccionar: rostro inesperadamente atractivo, ojos demasiado profundos, labios totalmente expresivos, barba de dos días imposiblemente sensual. Pero más vale tarde que nunca, y cuando mis neuronas por fin hicieron sinapsis, pude formular algo coherente.

—¿Quién demoni...

—Veo que ya conoces a Rafa. —Me interrumpió la voz de mi padre a mis espaldas. Me volví en redondo para encontrarme con su cara regordeta.

—En realidad no tengo el gusto. —Repuse fríamente. El delincuente dejó un vaso recién aclarado sobre la encimera, se secó las manos en el pantalón, e hizo un ligero amago de ofrecerme la mano. Crucé instintivamente los brazos sobre el pecho, y él la bajó. Ladeó la cabeza para mirarme con curiosidad.

—Tú debes ser Lucía. —Su voz era inesperadamente grave, de la manera más sensual posible. Parecía que todo él estaba diciendo la palabra "sexo" a gritos. Sentí un escalofrío bajar por mi columna.

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