Parte 94

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Llevaba más de cinco minutos intentando convencer a mi madre de que no era una buena idea presentarle a Rafa vía skype. Sin embargo ella estaba empeñadísima. No era la primera vez que me lo proponía pero sí la vez que más pesada se estaba poniendo, así que la tarde del domingo no tuve más remedio que aceptar.


La dejé en espera y fui a buscar al afortunado a su habitación. Me sorprendió encontrármelo tirado en la cama leyendo (¡leyendo!). Y no cualquier libro, sino un tochazo, Los Miserables. Pude ver el título de refilón cuando lo cerró.


—Buenas. —Me sonrió.

—Mi madre quiere conocerte. —Anuncié, desde la puerta.

—¿Qué? —Me miró con desconcierto.

—Está esperando en el ordenador para hablar contigo.

—¿Es una broma? —Parecía divertido.

Negué con la cabeza, avergonzada. —Para nada.


Se levantó de un salto, y la sombra de unos abdominales se dibujó en su vientre. Aparté la mirada.

—Vamos allá. —Dijo, como si la situación no le supusiese ningún problema.

Puse mi mano en su pecho para detenerlo cuando pasó a mi lado. Me costó no ponerme como un tomate al sentir su piel.

—Ponte algo anda.


Miró hacia donde estaba mi mano (sí, porque aún no la había quitado de su pecho), reparando en ese momento en que no llevaba camiseta.

Desapareció se acercó al armario.


—¿Tengo que taparme los tatuajes?

—No, no hace falta. Ponte cualquier cosa, lo que sea.

—He olvidado su nombre. —Murmuró.

—Magda. —Le dije, y regresé a mi habitación mientras se vestía.

FRÁGILDonde viven las historias. Descúbrelo ahora