Parte 72

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Cuando el despertador sonó a la mañana siguiente, mi primer pensamiento fue para él. No había nada que deseara más que pasar el día en casa. Pero sabía que él no me lo permitiría. Una vez había colado, dos no.

Cuando estuve lista para marcharme asomé la cabeza por la puerta de su cuarto, para ver si estaba despierto.

Respiraba con pesadez, completamente dormido. Por encima del edredón se veía su torso perfectamente esculpido.

A regañadientes me fui a clase, a contemplar un panorama completamente diferente.


Por primera vez en años llegué pronto. Naiara y Martina estaban charlando en el pasillo.

—No me puedo creer que tus padres hayan aceptado. —Decía Naiara, con cara de asombro.

—¿El qué han aceptado? —Me acerqué a ellas y apoyé el hombro en la pared.

—Hombre, si es la enferma crónica. ¿Has ido al médico? —Preguntó Martina.

—No, ya estoy bien.

—Pero últimamente no haces más que ponerte mala. —Observó Naiara—. El día de la fiesta, la semana pasada, ayer...

—Igual es estrés por todos los cambios por los que estás pasando. —Por "cambios" debía de referirse a la llegada de cierta persona.

—Lo que necesitas es una escapada de relax, como la que le ha regalado Lucas a Martina. —Naiara le guiñó un ojo con exageración.

—¿En serio? —Me volví para mirar a la aludida, que sonreía con expresión soñadora—. Vaya, ¿y para cuándo?

—Para este fin de semana en Boltaña, un pueblecito del Pirineo.

—Suena genial. Ya me gustaría que me regalasen a mí algo así.

En ese momento la profesora de inglés apareció por la esquina y tuvimos que dejar la charla para el recreo.


Diego entró justo después de ella, y ocupó el asiento vacío a mi lado. Vocalizó un "Buenos días" y sacó los libros.


Durante los dos recreos Martina y Naiara no pararon de hablar de lo increíbles que eran sus respectivos chicos, y de los planes que tenían ambas para el finde. Me alegraba infinitamente por ellas, pero verlas tan felices me daba un poco de envidia. Diego también tenía a Julián, y bueno, Rafa tenía a Paula de primero esta semana, y el mes que viene seguramente tendría a cualquier otra que quisiera.


En el segundo descanso Pablo se acercó a preguntarme por el examen de Matemáticas. Llevaba un jersey marrón de cuello de pico que hacía juego con sus ojos y unos levis.

—Te busqué ayer, pero no te encontré. —Dijo, bajo la atenta escucha de los marujos de mis amigos—. Pensé en enviarte un mensaje, pero prefería que me contases en persona.

—Pues no muy bien. —Reconocí—. No estoy segura de que lo apruebe.

—Uno nunca es objetivo con su propio trabajo. Seguramente te salió mejor de lo que piensas. —Intentó animarme—. ¿Cuándo sabrás la nota?

—Esta semana, supongo.

—Cuéntame cuando sepas, ¿de acuerdo? A ver si nuestra clase sirvió de algo... —Me sonrió con cara de circunstancias, mostrando sus perfectos dientes blancos, y tras despedirse de nosotros con la mano se fue hacia su grupo de amigos.


En cuanto se dio la vuelta alguien me golpeó el hombro con fuerza.

—¿Quedaste con él y no nos dijiste nada? —Me increpó Naiara con enfado.

—¿Bueno y qué pasó? —Me interrogó Martina con expectación.

—Nada, estuvimos estudiando. —Les conté, algo avergonzada por ser el centro de atención.

—¿No hicisteis nada más?

—Problemas y más problemas.

—¿No os liásteis?

—¿En una biblioteca? —Me dirigí a Naiara, que era la que se estaba poniendo más pesada—. Pues no.

—Vaya. —No pudo ocultar su decepción—. Tal vez la próxima vez...

—No lo creo. —La corté.

—Pues a mí Pablo me parece el chico perfecto. —Repuso.

—¿Ese no es Raúl? —Le dije con retintín.

—El chico perfecto para ti. —Matizó—. Tiene todo lo que siempre has dicho que buscas en tu príncipe azul.

Mire al cielo, buscando paciencia. Jamás había hablado de tal príncipe.

—Nai tiene razón. —La apoyó Diego—. Es sensato, maduro y un estudiante brillante. Además es guapo.

—Bueno, ya, vamos a dejar el tema. —Zanjé, notando como me ruborizaba. Pablo era muy guapo y majísimo, pero ¿me gustaba? Es más, ¿le gustaba yo a él?

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