Le costó una milésima de segundo reaccionar ante mi ataque, pero enseguida apartó el aparato lejos de mi alcance.
Trepé por encima suyo intentando cogerlo. Sentir su esculpido pecho bajo mis manos me desconcentró. Estábamos demasiado cerca. Rafa empezó a reír a carcajadas, ante mis patéticos intentos.
—Vale, vale, ya lo cambio. —Apuntó hacia la tele por encima de mi cabeza. Me retiré de él, poniendo todo el espacio posible entre nosotros—. Vaya, de verdad que eres una fierecilla cuando te lo propones. Quién lo hubiese dicho... Me pregunto si serás igual en la cama. —Me observó con un atisbo de sonrisa en su rostro.
—Imbécil. —Murmuré mientras me recolocaba el pelo furiosamente.
—No sabes cuánto. —Rió por lo bajo y se me quedó mirando—. No te enfades. —Pidió unos segundos después con tono suave, y por alguna extraña razón mi enfado disminuyó. Luego me tendió el mando y se puso en pie—. Voy a preparar algo de cena.
—No te molestes —le dije—, mi padre ha hecho tortilla de patata.
Cenaron cuando regresó con Bruno. Yo no probé bocado, pero estuve con ellos en la cocina, más que nada porque se trataba de la última cena los tres juntos. De todas formas su conversación consistió únicamente en darnos instrucciones: sobre las comidas, el lavado de la ropa... incluso nos propuso que hiciésemos turnos de limpieza.
—Te recuerdo que llevo quedándome sola desde los catorce años. —Me quejé.
—Y yo soy un amo de casa en toda regla. —Añadió Rafa. No pude evitar poner los ojos en blanco. Me lo quedé mirando. Me devolvió la mirada como queriendo decir "¿Qué? Lo digo en serio", pero resultaba gracioso viniendo de alguien como él, tatuajes incluidos.
—¿Es que no tienes frío? —Siempre iba en camisetas de manga corta.
—Tenéis calefacción. —Respondió—. Es imposible pasar frío aquí.
—No cambiéis de tema. Es importante dejar todo zanjado antes de mi marcha. —Mi padre volvió a llevarnos a su terreno—. En cuanto a Bruno, he hablado con el tío Manuel y está dispuesto a...
—¿Dudas de que pueda ocuparme del perro? —Lo miré, incrédula.
—De verdad, Emilio, vamos a estar bien. Deja de preocuparte. —Le dijo Rafa, mientras se echaba el cuarto pedazo de tortilla. Era exagerado todo lo que comía, no sabía dónde lo metía.
Mi padre levantó las palmas en señal de rendición.
—De acuerdo, no os incordio más. Sólo una última cosa. —Se giró hacia Rafael—. No puedes olvidar tus sesiones de terapia. —¿Sesiones de terapia? Mi curiosidad se disparó—. Y dentro de dos semanas tienes la cita de control con la trabajadora social. Es una supervisión rutinaria, pero es importante que acudas.
—No faltaré. —Respondió con desgana. Me pareció que me echaba un vistazo furtivo, incómodo por hablar del tema delante de mí.
—He pensado que puedo pedirme el día libre. Si cojo un AVE podré estar en Zaragoza a primera hora...
—No será necesario. —Lo interrumpió, cortante. Definitivamente no le gustaba hablar de este tema.
Mi padre hizo una mueca de resignación. No quería que acudiese sólo.
—Puede acompañarte Lucía. —Propuso, como si acabara de tener la mejor idea del mundo.
Me atravesó con la mirada, ordenándome silenciosamente que afirmase.
—Eh... sí, claro. —Soné poco convencida.
—De ninguna manera. —Dijo Rafa, mientras todo su cuerpo se ponía alerta. Él sí que no tenía dudas.
—No me voy a quedar tranquilo si vas sólo. —Atajó mi padre—. Así que decide: o reservo un AVE, que no me cuesta nada venir para la cita, o vas con ella.
Sacudí la cabeza, crispada. Este hombre no aceptaba un no por respuesta.
—No hace falta que vengas, papá. Yo iré con él. —Rafa me atravesó con sus ojos oscuros y yo intenté transmitirle con la mirada que sólo lo decía para que nos dejase en paz. Debió de entenderlo, por que finalmente murmuró un "bien" que sonó como un gruñido.
ESTÁS LEYENDO
FRÁGIL
Romance-Dime una cosa... -Sus ojos estaban más oscuros que nunca, casi crueles-. ¿Te lo hizo mejor que yo? -Demandó con urgencia-. ¿Te tocó como te toco yo? -Insistió. Estaba completamente alterado mientras se acercaba todavía más. Di un paso atrás y mi es...