Parte 90

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Tenía el pelo corto, teñido de rubio pollo. La perilla también teñida, y unos ojos profundamente azules. Era más bajo que Rafael, más o menos de mi altura, y bastante pálido. Un piercing le cruzaba la ceja izquierda. Vestía una cazadora azul eléctrico y pantalones pitillo. Pese a todo, en conjunto resultaba atractivo.


—¿Quién es esta preciosidad, primo? —Me miró de arriba abajo con deliberada lentitud.

—Toma las llaves y pírate. —Rafa se las lanzó y el chico se vio obligado a apartar su mirada de mí brevemente. En cuanto las atrapó retomó su escrutinio.

—Soy Toño. —Se acercó a darme dos besos. Se los devolví educadamente mientras murmuraba mi nombre. Olía tanto a Axe que mareaba. Me pareció que Rafa se tensaba a mi lado—. ¿Así que es con ella con quien estás viviendo? Tendrías que haber sido más preciso, no mencionaste lo guapa que era.


Lamento reconocer que me ruboricé y tuve que bajar la vista al suelo. Tenía ese desparpajo innato para los piropos que poseen los andaluces, pero en versión maña. No se parecía en nada a su primo. Sin embargo había algo en él que no me terminaba de convencer.


—Bueno, ya tienes lo que querías. —Anunció Rafael con voz cortante—. Nosotros nos vamos. —Me pasó el brazo por los hombros, obligándome a girar. Entonces Toño levantó las manos conciliadoramente.

—Wow. Perdona tío. No sabía que estábais juntos. —Se disculpó con una risita. Me costó varios segundos procesar su error.

—¿Q-Qué? ¿Él y yo? —Tartamudeé, señalándonos frenéticamente—. No, no lo estamos. —Rafa no dijo nada. Tampoco me soltó. En lugar de eso intensificó su agarre sobre mi hombro.

—Entonces no hay problema si vamos a tomar un par de birritas, ¿no? Para conocernos mejor. —Se frotó las manos—. ¿Qué me decís?

—Id vosotros, yo vuelvo a casa. —Me dirigí a Rafa—. Estoy cansadísima. —Me justifiqué con Toño, para no parecer tan descortés.

—No. Te acompaño. —Su respuesta fue tajante. Abrí la boca para insistir, pero me lanzó una mirada que no dejaba lugar a protestas. Luego miró a su primo—. Y tú lárgate de una maldita vez si no quieres que te patee el culo.

—Encantado, Lucía. —Repuso él alegremente—. Espero verte pronto. —Se despidió con la mano y se dio la vuelta.


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