Después de una noche como esa amanecí más cansada de lo que me había acostado. Ni siquiera entendía cómo me había despertado tan pronto. Miré el reloj. Las ocho de la mañana. Hundí la cabeza en el almohadón dispuesta a seguir durmiendo, y entonces fue cuando lo oí.
Un sonido repetitivo, que no conseguía identificar, y que se había metido en mi último sueño, provocando que me despertase.
Salí al pasillo, intentando averiguar su procedencia. La puerta de mi padre estaba cerrada, los fines de semana no madrugaba. Seguí el sonido y descubrí que salía de la habitación de invitados.
Me asomé por la puerta entreabierta, y me encontré a Rafael aporreando el saco de boxeo. Estaba sin camiseta, empapado en sudor y con unas cintas blancas enrolladas en las manos. Inspiraba y expiraba con fuerza, rítmicamente. Todo su cuerpo estaba esculpido a la perfección. Me ruboricé. Era una imagen demasiado subida de tono para esas horas de la mañana.
Intenté volver sobre mis pasos, pero Bruno me descubrió y saltó de su cama para saludarme.
Rafa detuvo el balanceante el saco y se giró. Levantó una ceja con lentitud.
—¿Espiando de nuevo?
Solté un suspiro crispado y me agaché a acariciar al perro.
—Me has despertado.
—Usted perdone. —Dijo sin ningún atisbo de arrepentimiento en su voz, y continuó golpeando el saco, con más fuerza si cabe, con el ceño fruncido.
Me puse en pie para volver sobre mis pasos, pero en ese momento me di cuenta de que Bruno estaba en su habitación, y no en la mía, como debería ser.
—Rafael. —Llamé, desde el umbral de su puerta, y se detuvo momentáneamente, los músculos de su espalda tensándose.
—Moreno. —Me corrigió, sin volverse a mirarme.
—¿Has entrado esta noche a mi habitación? —Pregunté casi en un susurro, sin poder creer que mi sueño hubiese sucedido realmente. Empezó a recolocarse la cinta de la mano, pero no contestó—. Te he hecho una pregunta. —Repetí, ahora más alto.
Entonces se volvió, y me miró con expresión plana en los ojos. Su pecho subía y bajaba veloz, debido al esfuerzo físico.
—Bueno, sí, ¿y qué? —Se encogió de hombros.
Apreté los dientes, malhumorada hasta límites insospechados.
—¿Por qué? —Siseé, imaginándome dormida e indefensa, a merced de lo que quisiera hacerme, y el enfado dio paso a la alarma.
Se giró hacia el saco y le dio un par de furiosos y contundentes puñetazos. Dios mío, este chico no estaba bien de la cabeza, tenía que conseguir que mi padre lo echase cuanto antes.
El saber que mi progenitor se encontraba solo dos puertas más allá me envalentonó.
—¿Qué pretendías hacerme? —Exigí saber, avanzando con pasos decididos hasta dentro, y posicionándome entre junto al saco.
Lo sujetó justo antes de que me golpease en su vaivén.
Me miró confuso un instante, y entonces procesó mis palabras. Su boca formó una dura línea, sus ojos encendiéndose rápidamente.
—¿Pensabas que iba a hacerte algo? ¡No me jodas, Lucía! —Gritó como un energúmeno, saliendo de detrás del saco para encararme desde escasos centímetros—. Eres una puñetera pija creída. —Me miró con odio—. Sólo quería asegurarme de que habías llegado bien. —Su mandíbula era de acero, lo que hizo que su voz sonase extraña al colarse entre sus dientes.
Estaba tan perpleja por su respuesta que no sabía qué decir. Me quedé observando sus fieros ojos negros, como un ratoncito petrificado ante la serpiente.
Después se separó abruptamente de mi lado y avanzó hasta la otra punta de la habitación. Se arrancó las cintas de las manos y las tiró al suelo. Se puso una camiseta con un movimiento brusco y cogió las llaves.
—Me largo. —Fue todo lo que dijo, y salió hecho una furia.
El portazo provocó un estruendo que hizo que las paredes temblaran y que Bruno ladrase.
Increíblemente todo ese follón no consiguió despertar a mi progenitor.
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FRÁGIL
Romance-Dime una cosa... -Sus ojos estaban más oscuros que nunca, casi crueles-. ¿Te lo hizo mejor que yo? -Demandó con urgencia-. ¿Te tocó como te toco yo? -Insistió. Estaba completamente alterado mientras se acercaba todavía más. Di un paso atrás y mi es...