El sábado me levanté temprano. Rafael no estaba en casa. No supe si se había marchado antes de que yo me despertase o es que no había regresado por la noche.
Di un rápido paseo con Bruno, y después desayuné. No podía evitar sentirme algo nerviosa por la sesión de estudio. A fin de cuentas casi no conocía a Pablo. ¿Y si me quedaba sin conversación? Al menos estaríamos en una biblioteca, donde se supone que hay que estar en silencio... pero los espacios en blanco me parecían tan incómodos con los desconocidos...
Cuando llegué al muro de piedra que rodeaba la facultad él ya me estaba esperando. El pelo castaño claro perfectamente peinado. Pantalón vaquero clásico, cinturón y camisa. Debo decir que era el típico pijo. Era casi tan alto como Rafael, pero más delgado y desgarbado que él.
—¡Hola! —Me sonrió con ganas, como si se alegrase de verme. Para mi asombro me dio dos besos en las mejillas.
—¿Llevas mucho rato esperando? —Me retiré el pelo detrás de la oreja, y recé para no estar ruborizándome en ese momento. El chico imponía mucho más a solas que en medio de los pasillos del instituto.
—Para nada, acabo de llegar. —Pensé que mintió caballerosamente. Estaba segura de que él era el tipo de persona que iba con bastante antelación a las citas.
Me abrió la puerta y esperó a que pasase. Nos dirigimos a una de las mesas del fondo, en una zona en la que apenas había gente.
Tomé asiento y se sentó a mi lado. Había llevado mi mochila del instituto con un montón de libros y libretas. Él sólo llevaba una carpeta con un par de folios.
—Después de nuestra clase vas a sacar como mínimo un sobresaliente. —Sus ojos color miel eran extremadamente amables—. ¿Lista?
Asentí y nos pusimos manos a la obra.
No sé en qué momento me preocupé de la posible ausencia de temas de conversación. Bastante tuve con los problemas que me dieron las dichosas Matemáticas. Si antes de llegar a la biblioteca sabía que llevaba mal el examen, después de nuestra clase me di cuenta de que estaba peor de lo que pensaba.
Pablo se lo tomó con paciencia. Me explicó pausadamente, una y otra vez. Me mandó hacer ejercicios, los corrigió y me explicó los fallos. Pese a mi incapacidad para los números, cada minuto que pasaba me sentía más cómoda con él, y él parecía estar más cerca de mí, por que el olor de su colonia Ralph Lauren empezó a ser evidente.
Después de tres horas decidí que ya era más que suficiente. Insistió en seguir, pero no sólo teníamos que parar por mí, sino también por él.
—¿Te puedo invitar al menos a un café? No todo va a ser estudiar... —Propuso, mientras me ayudaba a recoger el tenderete de bolígrafos y libros que había montado.
Acepté y fuimos al Pájaro Azul, una cafetería cercana frecuentada por universitarios.
Pedimos dos cortados y aunque quise pagar no me dejó.
—Soy incapaz de tomarlo con cafeína. Soy demasiado nervioso sin necesidad de aditivos. —Explicó, mientras vertía el contenido del sobre de Nescafé en la leche.
—Nadie lo diría.
—¿A qué te refieres?
—A que pareces una persona muy tranquila. ¿Qué pasa? —Pregunté al verlo sonreír.
—Nada, que está bien saber cómo me ves.
—Como un chico muy estudioso y perseverante. —Dije, dando un pequeño sorbo a mi bebida. Me miraba expectante—. Con las ideas claras.
—Todo lo claras que se pueden tener a esta edad. —Repuso.
—Mírame a mí. Ni siquiera sé qué va a ser de mi vida a final de año. —El tema de la carrera seguía sin ser abordado.
—No está mal que te tomes tu tiempo para valorar y decidir. De hecho creo que mucha gente decide su futuro en esta época sin pensarlo a fondo, y sin duda es una decisión muy importante. —Entrelazó los largos dedos y colocó las manos sobre la mesa.
—En cambio tú lo tienes todo planificado. —Sonreí, recordando nuestra breve conversación en la fiesta de Pamela.
—Pero aún en los planes minuciosos pueden surgir imprevistos. —Comentó. Entonces empezó a explicarme los diferentes caminos que podía tomar para llegar al destino de ser abogado del estado. Unos eran más habituales, pero otros implicaban becas en universidades extranjeras y largos periodos en Estados Unidos.
—¡Vaya! —Exclamé—. ¿Optas a ese tipo de becas?
—Mi media me lo permite. —Dijo en un susurro, y me pareció que en lugar de alardear se estaba avergonzando al decirlo en voz alta.
—Entonces aprovéchalo. —Concluí.
—Hay pegas.
—¿Cuáles? —Yo no las veía.
—Para empezar tendría que dejar Zaragoza, mis amigos, mi familia... No sé, no es plan de hacer cábalas antes de tiempo. —Cogió el papelito que anteriormente había contenido el azúcar y empezó a darle vueltas entre los dedos—. ¿No echarías de menos a tu familia si no los vieses en meses?
Uf. Menuda pregunta. Me apoyé en el respaldo de la silla.
—Debido al trabajo de mis padres eso sucede con frecuencia.
—Ah, ¿sí? —se extrañó—. ¿En qué trabajan? —Se inclinó un poco más hacia mí, y le expliqué las idas y venidas de mis progenitores bajo bandera humanitaria—. ¡Estarás orgullosísima!
—Em, sí. —Respondí, aunque ese monosílabo no reflejaba en absoluto mis verdaderos sentimientos, mi deseo de que mis padres estuviesen más a menudo en casa. Al principio me había costado acostumbrarme a estar sola, pero ahora me encontraba tristemente en un punto en el que su presencia me agobiaba cuando regresaban para estar más de dos semanas.
—¿Tienes hermanos?
—No, soy hija única.
—¿Y llevas bien lo de estar sola? —Inquirió, preocupado.
—Perfectamente. Bueno, ahora está Rafael... Moreno viviendo conmigo.
Asintió.
—Algo había oído, pero no había dado credibilidad a los rumores.
—En este caso son ciertos. —Repuse con timidez.
—Queda claro que tus padres hacen una labor social increíble. —Reconoció—. Voy con Moreno a clase, aunque a penas lo he tratado.
—Bueno, es algo... especial. —Resumí.
—No te tomes a mal esto que voy a decir... —empezó con cautela—, pero parece un poco salvaje en sus formas. —Ni afirmé ni negué. Me limité a beber un poco más de café—. El día de la fiesta de Pamela vino a reclamarme por ti.
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FRÁGIL
Romance-Dime una cosa... -Sus ojos estaban más oscuros que nunca, casi crueles-. ¿Te lo hizo mejor que yo? -Demandó con urgencia-. ¿Te tocó como te toco yo? -Insistió. Estaba completamente alterado mientras se acercaba todavía más. Di un paso atrás y mi es...