Parte 22

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Al lado de Martina estaba sentado su novio Lucas, que nos saludó tímidamente con la mano. Llevaban un motón de años juntos, y lo conocíamos desde el principio de su relación. Sin embargo nunca se había caracterizado por su extroversión, ni con nosotros ni con nadie.

—¿Cómo va eso chicos? —Raúl acababa de ponerse en pie. Llevaba un jersey de punto con el Om en medio. Una pequeña rasta asomaba entre las puntas de su pelo castaño, que le llegaba hasta los hombros—. Os voy a presentar, —dijo exhibiendo una mega sonrisa de dientes blanquísimos, y empezó a enumerar los nombres de los cuatro chicos y las seis chicas que había en la mesa, nombres que olvidé con una rapidez asombrosa excepto el de una de ellas, que se llamaba igual que yo— ...y estos son Lucía y Diego. —Nos señaló.

Hice un amago de saludo generalizado y me senté rápidamente al lado de Nai. Diego ocupó el único lugar libre en la punta contraria. Todos hablaban con todos animadamente, y no pude evitar fijarme en que la ponchera que había encima de la mesa iba ya por la mitad.

—Estás tan guapa que me vas a eclipsar. —Me susurró mi amiga, con una sonrisa deslumbrante.

Rodé los ojos. No tenía nada que envidiarme. Al final había elegido mi top azul, que se ataba al cuello. Eso, sumado a una coleta alta, hacía que estuviese estupenda.

—¿Cómo está yendo la noche? —Le señalé a Raúl disimuladamente y ella levantó el pulgar—. Me alegro. —Le sonreí.

—A ver qué pasa cuando venga Pamela. Esa sí que me hará sombra. —Se quejó, de forma que sólo yo pude oírla.

—Me lo ha dicho Diego. —Negué con la cabeza—. ¿Cómo es eso?

—Le ha escrito a Martina por Facebook para ver qué planes teníamos para esta noche. —Puso una mueca crispada—. Con lo bien que hubiésemos estado nosotros solos, así en confianza... —Se lamentó.

Enarqué una ceja, mirando la abarrotada mesa. ¿Desde cuando estar con todos esos desconocidos era estar en confianza?

—Ten, Lucía dos. —Me dijo un chico con tupé rubio mientras me pasaba un vaso—. ¿Quieres un poco de Javier Cámara? —Cada ponchera llevaba el nombre de un actor de cine, y según me habían contado había una carta en la que se detallaban los ingredientes de cada una, pero yo no la vi por ningún lado.

—Yo estaba aquí antes, por eso soy Lucía uno. —Me explicó la otra chica con una sonrisa inocente en los labios embadurnados con gloss fucsia. La miré sin saber qué decirle, y le sonreí con un par de segundos de retraso. Era guapísima, morena de ojos verdes, pero por esa simple frase me pareció que no tenía muchas luces.

—¿Qué lleva esto? —Le pregunté al chico rubio.

—Todo cosas buenas. —Aseguró, y me guiñó un ojo.

Le di un sorbo y me sorprendió lo rico que estaba. No sabía a alcohol en absoluto y estaba muy dulce, lo cual ya era una mala señal que pronosticaba resaca.

Cogí un puñado de palomitas y presté atención a las diferentes conversaciones. Todos ellos iban al instituto de Los Enlaces, y estaban hablando de sus compañeros de clase. Aunque intenté meter baza, el tema lo hizo imposible.

Diego me dedicó una de esas miradas desde el otro extremo, dejándome claro que estaba tan aburrido como yo.

Cuando se acabó la primera ponchera propusieron poner bote y pedir la segunda. La carta había aparecido y una de las chicas quiso pedir una Penélope. No me parecía muy buena idea andar mezclando bebida (quiero decir, aún más de la mezcla que ya llevaban las poncheras de por sí), pero no dije nada.

Me ofrecí a ir a pedirla, y en mi camino hacia la barra me topé con la prueba viviente de que se puede ir perfectamente despeinado. En la puerta estaba Rafa, chupa de cuero en mano, con unos vaqueros desgastados que se abrazaban perfectamente a sus piernas y una camiseta negra de mangas largas remangadas hasta los codos, que dejaba al descubierto parte de sus brazos tatuados. Yo no era la única de mi género que lo estaba observando en ese momento. De hecho parecía ser el centro de atención de la mitad del bar. Me escabullí hasta la barra, deseando que no me hubiese visto mirándole.

Por desgracia no sólo me había visto, sino que se dirigía hacia mí con una sonrisa de suficiencia en los labios.

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