Parte 25

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—Supongo que no hace falta que os explique las reglas. —Dijo, como si fuese obvio que todos las conocíamos. En cualquier caso así era, pues no había juego más simple y más típico entre los adolescentes. Decir una frase con algo que "nunca se hubiese hecho" y todos los que sí lo hubieran hecho tenían que beber—. Empiezas, Lala. Vamos en sentido de las agujas del reloj.

—Yo nunca... he copiado en un examen.

Bebimos todos los presentes.

Le tocó el turno a Rafa.

—Yo nunca he deseado a alguno de los presentes en esta mesa. —Dijo con tono diabólico, observándome fijamente.

Fue el primero en llevarse el vaso a los labios. Qué descarado. Bebieron todos (incluido el chico rubio) menos Lala y yo. Pamela lo miró intensamente mientras tomaba su trago, no pudiendo dejar más claro cuál era el objeto de su deseo, pero Rafa no se dio cuenta. Estaba demasiado ocupado mirándome a mí para ver si bebía o no.

—Yo nunca me lo he montado en los baños de un bar. —Le tocó el turno a Pamela.

—¿A qué te refieres con montártelo? ¿A hacerlo? —Preguntó Rafa, que por lo visto necesitaba matizar. Puse los ojos en blanco. Menudo par.

—Claro. —Rio, y bebió. Después de ella lo hizo él. Fueron los únicos.

—¿Qué pasa, que no tenéis cama? —Pregunté sin poder evitarlo, y al segundo sentí que me ardían las mejillas. ¿Mi comentario había evidenciado mi total y absoluta falta de experiencia?

—Los servicios dan mucho juego, Lucía —me dijo Rafa, y su maliciosa sonrisa se hizo más grande—, y pillan muy a mano.

Torcí el gesto y desvié la atención hacia la puerta del bar, deseando que mis amigos entrasen de una puñetera vez. Se había llegado al tema del sexo mucho antes de acabar la primera vuelta. La situación estaba desvariando por momentos.

—Yo nunca he practicado sexo oral. —Fue la frase del chico rubio, que en un principio me había parecido simpático. Ahora me parecía un guarro. Aún me pareció peor que Pamela y Lucía Uno bebiesen sin ningún atisbo de vergüenza. Increíblemente Rafa no bebió. Me pregunté si estaría mintiendo. Lo miré, y lo encontré contemplándome con interés. No había apartado la vista de mí desde que había empezado el juego, demasiado deseoso por conocer mis intimidades.

Sus labios formaron un "Te toca" silencioso.

—Yo nunca he jugado al Yo Nunca. —Dije, y un coro de abucheos llenó la mesa. Vale, sí, era la mayor estupidez que podía haber dicho, pero no se me ocurrió otra—. ¿Qué pasa? Yo no soy tan fresca como vosotros. —Bebí a la vez que el resto y me giré hacia la otra Lucía, deseando que dijese su frase.

—Yo nunca lo he hecho en un coche. —Se apresuró a que la viesen beber. Es lo que tiene el Yo Nunca, que hay gente que lo utiliza únicamente para predicar a los cuatro vientos las cosas que han hecho para que los demás se enteren. Lucía Uno parecía ser de esas. Por supuesto Rafa bebió, y todos los presentes excepto el chico rubio.

Mi autoestima empezaba a estar por los suelos. Virgen y rodeada de folladores.

—Yo nunca... —dijo Rafa, y me miró con tal intensidad que no tuve ninguna duda de que la pregunta iba dirigida expresamente a mí— ...he practicado sexo.

Todos rieron ante lo evidente de su frase y bebieron. Me observó con una mezcla de curiosidad genuina y diversión mientras me llevaba el vaso a la boca y bebía un trago minúsculo. Después, y sólo después de verme beber a mí, bebió él.

—Yo nunca he hecho un trío. —Soltó Pamela, echándola todavía más gorda. Esto era un no parar. Rafa bebió y ella también. Tal para cual.

—Pero con dos tías, que conste, —nos aclaró él con una sonrisa de suficiencia que aumentó mis ganas de partirle la cara—, que a mí el mariconeo no me va.

El chico rubio alzó la mano para chocársela en un gesto de estúpidos machos. Rodé los ojos.

—Yo nunca tuve sexo antes de los dieciséis años. —Le tocó al chico rubio. Sólo bebió mi nuevo compañero de piso.

Lo miré para dedicarle mi siguiente frase, tal y como él había hecho conmigo. Dos podían jugar a este juego.

—Yo nunca he robado. —Dije. Enarcó una ceja con expresión divertida, y se terminó el vaso sin dejar de mirarme. No se avergonzaba.

—¿En serio no has robado nada? —Chilló Pamela. Por lo visto había sido la única que no había bebido—. ¿Ni siquiera un chicle? —Exclamó—. ¡No me lo puedo creer!

—Lo que no me puedo creer es que tú, con la pasta que tienes, hayas robado. —Le solté, y su falsedad desapareció brevemente. Me dedicó una furibunda mirada.

—Lucía va para monja. —Nos cortó Rafa mientras se rellenaba el vaso y aprovechaba para llenárselo también a Pamela.

Ese gesto tan caballeroso hizo que a ella se le pasase todo el enfado.

—Yo nunca he puesto los cuernos. —Dijo Lucía uno. Bebieron todas las chicas. Rafa tuvo el morro de no beber.

No fui la única que reparó en ello, saltaba a la vista que la fidelidad no era uno de sus puntos fuertes.

—No me lo creo. —Pamela le puso unos morritos sexys, instándolo a confesar.

La miró inocentemente.

—Para eso hace falta tener novia, ¿no? —Inquirió, divertido. Madre mía qué especímen.

—Yo nunca he fumado un porro. —Continuó Lala, y de nuevo fui la única que no bebí. En lo que al sexo se refería me daba vergüenza admitir la verdad, pero con las drogas no me sentía tan rara.

—¿Nunca? —Se extrañó el rubio—. Cuando quieras te invito a uno. —Dijo sugerentemente.

—No va a ser necesario. —Lo cortó Rafa de malas maneras, y se giró hacia mí de nuevo. Era su turno, y había decidido dedicarme otra vez su frase—. Yo nunca he mentido en el Yo Nunca. —Me dijo, sin disimular la sonrisa. Incluso elevó las cejas. Traidor. No sé cómo era posible, pero de alguna manera sabía que había mentido respecto a mi virginidad.

—Muchos deberíais haber bebido en esta frase, tramposos. —Les dijo Rafa a los demás, negando con la cabeza. Ninguno había bebido. Ni siquiera él lo hizo.

Justo cuando Pamela iba a soltar otra bomba de las suyas divisé a Diego, que acababa de entrar en el bar.

—Si me disculpáis. —Murmuré, arrastrando la banqueta, y me largué de allí.




>>>Ya sabéis, si os gusta... estrellitas y comentarios, please!!<<< :D

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